Nos aproximamos al final de este aciago e inquietante 2020 con demasiada incertidumbre. Hay quien anhela que el cambio de guarismo en el calendario traiga la esperanza y el olvido. Ojalá. La realidad particular podría ser que, después de estas Navidades, las camas de los hospitales vuelvan a llenarse con enfermos COVID-19, mientras su presión asistencial todavía no se ha relajado.
Está previsto que la vacunación contra esta pandemia comience en España la víspera de los Santos Inocentes, pero sus efectos beneficiosos tardarán semanas, incluso meses. Entretanto, más mascarillas, higiene y distanciamiento social.
Nuestra experiencia personal, durante todos estos meses, confirma los descubrimientos de los expertos y afianza sus recomendaciones. La enorme mayoría de los pacientes atendidos en la consulta de atención primaria se infectaron en reuniones familiares, especialmente después del verano, cuando se suavizaron las restricciones después del confinamiento. Exceso de confianza. El elemento en común fue la transmisión respiratoria, probablemente en forma de aerosoles, en espacios cerrados y escasamente ventilados.
También constatamos la gran variabilidad de respuesta ante la infección por el SARS-CoV-2. En una misma unidad familiar hubo contagiados, sintomáticos y asintomáticos, y no contagiados, cuestiones relacionadas con la inmunidad personal y la carga viral del portador. Asimismo, los más jóvenes padecieron una enfermedad más benigna, con síntomas controlables con antitérmicos y analgésicos.
Otros pacientes más frágiles, diabéticos, hipertensos, obesos o inmunodeprimidos, necesitaron hospitalización, incluso en la UCI. Por desgracia alguno desarrolló un curso evolutivo fatal, falleciendo por la enfermedad o sus complicaciones. Casos contados, pero no por ello menos dolorosos. Un recuerdo muy especial para sus familias, en esta Navidades tan tristes para ellas.
Precisamente esta realidad particular vivida, a pesar de su sesgo inevitable, debe activar nuestra alerta ante lo que podría repetirse en las próximas semanas. Aún a riesgo de resultar cansinos, apelamos una vez más a la responsabilidad individual, porque la realidad es tozuda. Las reuniones grupales en nuestra provincia, relacionadas con tradiciones como la matanza, han provocado brotes epidémicos en algunos ayuntamientos, de la misma manera que otras reuniones familiares a finales del verano. Ojalá no ocurra lo mismo durante estas entrañables celebraciones.
Sigamos el ejemplo de lo más pequeños de la casa, que cada día acuden al colegio respetando escrupulosamente las normas sanitarias, aún a costa de pasar frío. Responsabilidad y disciplina. Porque de sobra conocemos las consecuencias contrarias.
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