En los últimos años, los expertos le están dando mucha importancia a las relaciones entre los humanos y los microorganismos que viven en nuestro interior. No vamos a referirnos a los patógenos, capaces de provocarnos enfermedades, sino a ese otro amplio conjunto necesario para nuestra salud.
Para entendernos, ¿qué es el microbioma? Empecemos por definir el término microbiota, el conjunto formado por diferentes microorganismos (bacterias, algas, protozoos, hongos), que aún perteneciendo a diferentes reinos de la naturaleza, pueden interactuar favorablemente en un medio determinado (vegetal, marino, humano) a través de metabolitos y elementos estructurales (proteínas, polisacáridos, lípidos, ácidos nucleicos), en unas condiciones ambientales determinadas.
Centrémonos ahora en el microbioma intestinal humano, la casa que alberga una comunidad microbiana muy compleja, y donde están involucrados alrededor de 10 millones de genes. Para conservar la salud, este microbioma específico debe permanecer en constante equilibrio, a pesar de las variaciones cotidianas provocadas por lo que comemos, las medicinas que tomamos, la integridad de nuestra mucosa intestinal, nuestro sistema inmunológico e incluso el teatro de operaciones de la propia microbiota.
Pues bien, cuando se produce un desequilibrio en tan complejo escenario (disbiosis), se contribuye al desarrollo y agravamiento de determinadas enfermedades, como por ejemplo la obesidad, el cáncer de colon y recto, algunas enfermedades inflamatorias intestinales, la artritis reumatoide, ciertas enfermedades hepáticas y la diabetes mellitus tipo 2, variante patológica que no precisa generalmente el empleo de insulina.
Cada vez más, la medicina avanza en estas cuestiones. Recientemente, un grupo de investigadores de la Universidad de Trento, en Italia, en colaboración con el Departamento de Ciencias de la Nutrición del King´s College de Londres, han publicado en la prestigiosa Nature Medicine los resultados de un estudio realizado con los microbiomas intestinales de casi 1100 personas, dentro del estudio Personalized Responses to Dietary Composition Trial (PREDICT 1), encontrando diversas asociaciones significativas entre microbios y nutrientes específicos, alimentos, grupos de alimentos e índices dietéticos generales, impulsados por la presencia en la dieta de alimentos saludables, especialmente de origen vegetal. Dicho microbioma, por supuesto sujeto a múltiples variaciones individuales, resultó predictivo para un extenso panel de marcadores cardiometabólicos, lipémicos, inflamatorios y niveles de glucosa en plasma, demostrando aquellas máximas clásicas de que somos los que comemos y que en el equilibrio está la virtud. Y la salud.
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