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17 abril 2021

QUIMERAS


En los últimos años, el nombre de Juan Carlos Ispizúa viene sonando con fuerza en todas las quinielas para un hipotético futuro premio Nobel de Medicina. Desde el Instituto Salk de la Jolla, en California, sus investigaciones en medicina regenerativa supondrán un salto de gigante en la historia de la humanidad. 

En 2013, trabajando con células madre humanas, consiguió fabricar unos minirriñones esenciales para comprender la génesis de las enfermedades renales y sus posibles tratamientos. 

Los avances en medicina regenerativa podrán permitir, en un futuro cada vez más cercano, prolongar nuestra longevidad, en condiciones saludables, así como la reparación de cualquier tejido dañado de nuestro organismo. 

Recientemente, en un laboratorio de China, el equipo del Dr. Ispizúa ha creado 132 embriones reuniendo células humanas y de macaco. Tres de éstos acúmulos celulares, formados por unas 10000 unidades, fueron capaces de crecer 19 días fuera de un útero materno, momento en el que se paró el experimento. 

Para entendernos, estamos hablando de quimeras, entidades obtenidas al combinar células de dos individuos distintos, de la misma o distinta especie, así nombradas en recuerdo de aquellos seres de la mitología clásica griega que tenían cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón. 

Las quimeras pueden generarse de manera natural, al fusionarse dos óvulos fecundados o cigotos, dando como resultado un individuo que posee dos tipos de ADN diferentes. Pero también pueden crearse quimeras en el laboratorio. 

Pioneros en esta especialidad fueron los biólogos del desarrollo Nicole Le Dourain y Richard Gardner, que en 1975 mezclaron células de embriones de pollo y codorniz para investigar cómo nos desarrollamos los vertebrados realmente. 

Quimeras de la misma especie han sido también creadas para estudiar la posible formación de órganos de un individuo transplantables a otro distinto, como los trabajos de 2010 con ratones mutantes en el laboratorio de Hiromitsu Nakauchi, de la Universidad japonesa de Tsukuba. 

¿Se imaginan, por ejemplo, la producción de riñones humanos, perfectamente compatibles con cualquier donante, en el interior de cerdos? 

En este campo innovador, que pudiera parecer auténtica ciencia ficción, el equipo del Dr. Ispizúa va en cabeza. En 2017 consiguieron que células humanas colonizaran algunos órganos de un embrión de cerdo en desarrollo. Este tipo de experimentos plantean tremendos dilemas éticos. Ya no se trata de crear quimeras que compartan células de rata y ratón, o de cabra y oveja, sino de células humanas entremezcladas con células de otros animales. Según lo conocido por el momento, el desarrollo de estos cerdos quiméricos se detuvo antes de que ninguna célula humana hubiera colonizado el cerebro del animal. 

Sin duda alguna, una puerta tan esperanzadora como inquietante acaba de ser abierta.



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