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12 marzo 2022

ARMAS. GÉRMENES Y ACERO



Este es el título del ensayo ganador del premio Pulitzer en 1998. Su autor, Jared Diamond, pretendía explicar el predominio de la cultura occidental sobre todas las demás. Sostiene Aloysius que va a tocar repasarlo en estos aciagos días. Las voces críticas contra las tesis del prestigioso catedrático y biólogo de la Universidad de Los Ángeles - California (UCLA) le han reprochado su determinismo ambiental y geográfico, pues la supuesta supremacía occidental, vigente desde la Ilustración, se asentaría sobre los pilares de la democracia y la ciencia, pero también sobre la ética laboral y el consumismo. 


La verdad es que en apenas dos décadas desde la publicación de aquel libro, la humanidad está dando vertiginosas volteretas. En plena resaca pandémica, originada por la diseminación planetaria del coronavirus SARS-CoV-2, que nos ha dejado estratosféricas facturas sanitarias, económicas y sociales pendiente de abonar, resulta que los dirigentes de una potencia gestada en la antítesis de la civilización occidental han decidido destapar la caja de Pandora. A golpe de bombardeos, están arrasando con Ucrania, alegando peregrinos argumentos políticos e históricos. 


Sabemos por experiencia que para iniciar una guerra no hacen falta motivos fundados. La insana brutalidad nunca los necesita. Nos provoca tristeza, asco e indignación que el poderío militar ex-soviético se cebe con los mas frágiles e indefensos, pero parece que olvidamos que todos los conflictos bélicos desde los albores de la humanidad han castigado especialmente a la población civil. Desde los cercos a las ciudades antiguas, medievales y modernas, hasta las masacres indiscriminadas ocasionadas por las bombas nazis y aliadas durante la 2ª Guerra Mundial, asolando ciudades como Londres, Dresde, Hiroshima y Nagasaki. 


Campos de refugiados, hospitales, escuelas y psiquiátricos han sido objetivos principales en las guerras de los Balcanes, Siria, Irak y Afganistán. Los militares lo saben: nada mina mas la moral del enemigo que exterminar a sus ancianos, enfermos, mujeres y niños. Obstruir los corredores de evacuación, arremetiendo contra ellos, es una vuelta de tuerca más destinada a aterrorizar a los civiles indefensos. 


Pero, al peligro de las armas convencionales y químicas, ahora hay que añadir el de las biológicas. ¿Se imaginan otra pandemia desencadenada por el ántrax o la viruela? Los expertos nos alertan de esta posibilidad, pues el ataque a un laboratorio de alta seguridad podría liberar gérmenes extremadamente peligrosos, causando una hecatombe apocalíptica donde los vivos envidiarían a los muertos. 


A nivel sanitario, las naciones occidentales se han puesto en marcha para garantizar el bienestar de los que huyen los combates. Los hospitales españoles se preparan para acoger a centenares de niños ucranianos enfermos con cáncer. Pero quedarán muchísimos más, privados bruscamente del cobijo familiar, niños que necesitan medicamentos para enfermedades habituales, y también las vacunas capaces de prevenir la difteria, la tosferina, el sarampión, la rubeola, las paperas, la hepatitis, la meningitis el tétanos y la polio, entre otras.




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