Esta semana de primavera adelantada y de gresca política, con mochilas del 11 – M que desaparecen y vuelven aparecer convertidas en bolsas de deporte de mercadillo, y con el Congreso de los Diputados en pie de guerra por las acusaciones cruzadas de "carnavaleras" versus "machistas", ando un poco taciturno sumergido en mis recapitulaciones.
¿Se acuerdan de Patrick el Carpa?. Con este apelativo bautizamos a un contumaz subsahariano empeñado en saltar una y otra vez las altivas vallas metálicas de Ceuta y Melilla; este moreno reincidente, a pesar de ser detenido por las fuerzas de seguridad españolas y de ser devuelto allende nuestras fronteras, regresaba tozudo para intentar echar raíces en nuestra tierra de promisión. Bajando a pie descalzo desde Marruecos hacia un sur más tropical decidió desviarse hacia las costas de Mauritania. Me ha parecido reconocer su rostro entre los últimos recién llegados en patera a la Playa de los Cristianos, en Tenerife. Y si le pillan otra vez, seguro que regresa en la próxima remesa de paracaidistas kamikazes que de seguro lloverá sobre la Unión Europea, a rebufo de los tórridos vientos del desierto.
¿Recuerdan a la paciente anoréxica de Barcelona para la que su desesperada familia suplicaba un ingreso hospitalario, por entender que su vida corría un peligro inminente?. Tras negarse a tales pretensiones por parte de una juez de primera instancia, la Audiencia provincial de la Ciudad Condal ha ordenado el ingreso involuntario de la enferma “por su propio interés y beneficio”. Sus hermanas respirarían ahora más tranquilas si no fuera por la proliferación descontrolada en Internet de páginas web a favor de la anorexia (pro – ana) y la bulimia (pro – mia). En una de ellas he leído esta lindeza: “no comerás alimentos que engorden sin castigarte después”. Me pregunto preocupado: ¿sería bueno restringir en la red estos contenidos de la misma manera que se hace con la pornografía infantil y la violencia terrorista?.
Mención aparte me merece el campeonato nacional de macrobotellones que se organiza vía SMS y que de seguro conseguirá que en Europa pasen a llamarnos Trompilandia, el paraíso de los beodos. Desde allí ya se están organizando viajes de fin de semana con el vuelo de ida y vuelta y la borrachera incluidos a precios de saldo. Y es que parece ser que nuestros universitarios andan demasiado estresados en la época de exámenes parciales; una vez realizadas estas terribles pruebas de aptitud, qué mejor manera de borrar todos los recuerdos que un buen encharcamiento etílico neuronal. Electroencefalograma plano.
Todavía andan por Sevilla intentando tapar el tufo de las meadas callejeras de los mazados con una primavera recién florecida de azahares y hierbabuena. Mientras los nuestros se alcoholizan y los papanatas de siempre hablan de un fenómeno social en vez de un problema de salud real, los universitarios franchutes están en pie de guerra contra Villepin el Demediado y sus despidos laborales a la brava.
Mención aparte me merece el campeonato nacional de macrobotellones que se organiza vía SMS y que de seguro conseguirá que en Europa pasen a llamarnos Trompilandia, el paraíso de los beodos. Desde allí ya se están organizando viajes de fin de semana con el vuelo de ida y vuelta y la borrachera incluidos a precios de saldo. Y es que parece ser que nuestros universitarios andan demasiado estresados en la época de exámenes parciales; una vez realizadas estas terribles pruebas de aptitud, qué mejor manera de borrar todos los recuerdos que un buen encharcamiento etílico neuronal. Electroencefalograma plano.
Todavía andan por Sevilla intentando tapar el tufo de las meadas callejeras de los mazados con una primavera recién florecida de azahares y hierbabuena. Mientras los nuestros se alcoholizan y los papanatas de siempre hablan de un fenómeno social en vez de un problema de salud real, los universitarios franchutes están en pie de guerra contra Villepin el Demediado y sus despidos laborales a la brava.
Si los jóvenes gabachos no sucumben en ese particular pulso que ha desempolvado el Mayo del 68, pienso invitarlos a un hiperbotellón con los excedentes de cava catalán, que es mucho más sabroso y nutritivo que el champán francés. La imaginación al poder. Otra vez.
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