Durante media década, desde la prestigiosa Universidad de Oxford, el Dr. Brian Skyes y su equipo ha estudiado el ADN de 10000 ciudadanos británicos e irlandeses contemporáneos. Estos análisis han revelado una serie de coincidencias genéticas respecto a una supuesta tribu originaria del norte de la Península Ibérica, que tal vez cruzó el Canal de la Mancha a bordo de sus primitivas embarcaciones de pesca, para colonizar hace unos 6000 años las Islas Británicas. Esta teoría también es defendida desde el Trinity Collage de Dublín por el equipo del genetista Daniel Bradley, detectando por ejemplo similares coincidencias genéticas entre los habitantes de Cornualles, los escoceses, los irlandeses, los galeses y los vascos.
El trabajo de Skyes ha encontrado amplia resonancia en los medios de comunicación generales y especializados, donde las interpretaciones políticas sesgadas pronto se han hecho notar. Hay algunos que, sin conocer apenas para qué sirven los estudios de genética de poblaciones, enseguida se han apuntado al carro de la ancestral nación celta oprimida que se extendía por el occidente continental europeo, incluyendo por supuesto los territorios de la actual Galicia. Desde el punto de vista cultural, nada que objetar pues todo es opinable; más bien al contrario. Pero la humanidad ya debería estar escarmentada del peligro que supone relacionar cuestiones genéticas y raciales con las veleidades de la política; ahí se encuentran todavía ancladas la teoría nazi de la supremacía de la raza aria o el canto de sirena del factor Rh negativo en la sangre de los genuinos vascos. Nada más peligroso para dividir a las sociedades que apelar a diferencias genéticas o religiosas. El conflicto tiene el éxito asegurado y la Historia lo demuestra.
Al igual que los antiguos británicos, es probable que muchos gallegos actuales presentan en su ADN las huellas de la descendencia del Clan de Oisin. Pero también las de los antiguos fenicios, griegos, romanos, vándalos, visigodos y las de aquellos pobladores del norte de África que durante siglos se establecieron a lo largo y ancho de la Península Ibérica. La mezcla de sus sangres aporta la riqueza de la diversidad biológica y cultural de su propia descendencia. ¿O es que tan pronto nos hemos olvidado que nuestro ADN es practicamente idéntico al de orangutanes, gorilas y chimpancés? ¿Acaso no somos todos los humanos descendientes de aquellas siete primitivas Evas que un buen día del pasado decidieron caminar en posición erecta?
Recientes estudios de genética poblacional establecen que los actuales seres humanos somos originarios de África, descendientes de una misma población fundadora que evolucionó hace 170000 años y que se diseminó por el resto del planeta reemplazando a otros homínidos ya extinguidos. Así lo revelan los estudios del ADN presente en las mitocondrias (ADN mitocondrial), heredado exclusivamente por vía materna y muy útil para la construcción de los árboles evolutivos.
Deseo recordar unas cuestiones fundamentales. El estudio de los genes de diferentes poblaciones se realiza por los investigadores para encontrar diferencias que las hagan susceptibles o resistentes ante el efecto de determinados fármacos o enfermedades. Un ejemplo clásico es el descubrimiento del gen ligado a la enfermedad de Tay – Sachs presente en los judíos askenazis. Para finalizar debemos considerar que la intención del Dr. Skyes fue precisamente demostrar que Gran Bretaña no había sido siempre una nación dividida en compartimentos estancos, teniendo en cuenta esas mismas huellas dactilares genéticas comunes encontradas en Irlanda, Escocia y Gales, pero presentes también en los prójimos de Inglaterra, tanto o más celtas que las demás. ¿Resulta entonces tan importante la Nación de Breogán?.
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