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14 febrero 2007

EL OJO Y LA LUZ

IMAGEN: PRETTY GREEN EYES by BBMaui
“Cierra tu ojo corporal, para que veas primero tu pintura con el ojo del espíritu. Entonces deja salir a la luz que viste en la oscuridad, para que pueda ejercer su efecto sobre los otros, del exterior al interior.”
(Friedrich 1830).

Maltrató en exceso el trágico destino a la bella reina Dido de Cartago; apresuradamente huyó de Fenicia porque su propio hermano había ordenado asesinarla.

Hallada por fin la paz en las playas de Cartago, finos arenales bañados por la cálida luz del Mediterráneo, sostiene el poeta que prefirió darse muerte ante la definitiva partida de su amado Eneas hacia las guerras de Troya.

Una bandada de flamencos levantó el vuelo hacia el poniente para ahogar allí su enorme pena.


“Debe el ojo su existencia a la luz. De subalternos órganos auxiliares animales la luz desarrolla un órgano adecuado a ella; así el ojo se adapta gracias a la luz para la luz, para que a la luz exterior corresponda otra interior… Nadie negará este parentesco directo del ojo con la luz; cuesta más concebir el uno y la otra como una y la misma cosa…”
(Goethe, 1810).

¿Tenemos ojos porque vemos o vemos porque tenemos ojos?
André Bretón escribió en su poema “A la mirada de las divinidades”:
“Un poco antes de medianoche, cerca del desembarcadero.
Si una mujer desmelenada te sigue, no te preocupes.
Es el azul. No tienes que temer nada del azul…”

Tienen a Melibea cautiva en una torre de marfil; al igual que la dulce Dido, decide hacerse dueña de su amargo destino. Vuela libre… Retorna a la luz de la mirada primitiva.
Todo lo que puedas anhelar te lo muestran las traviesas miradas de Dido y Melibea.

Este texto es una variación del que en su día vio la luz en la sección titulada “Mare Tranquilitatis” de la página web de Alcer-Ourense. Merecía la pena recuperarlo, porque fue el primero y el último. Los ojos que lo inspiraron son privados y no pueden (ni deben) reproducirse ahora. En su día estuvieron al servicio del inexorable paso del tiempo.

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