Sostiene Aloysius, incondicional amigo de los animales, que pronto contaremos en Ourense con una ordenanza municipal que prohibirá (y castigará) la alimentación de los animales vagabundos, entendiéndose fundamentalmente como tales a palomas, gatos y perros, mascotas colectivas callejeras por excelencia. Se acabó eso de tirar miguitas al suelo. Ciertos jubilados, hasta hoy recolectores de mendrugos de pan duro, que compasivos los humedecían en la fuente del Parque de San Lázaro para dárselos a las palomas, ya pueden buscarse otras ocupaciones no delictivas. Por ejemplo, bañarse gratis en A Chavasqueira o hacer cola en los bailes del Hogar del Pensionista.
De momento, esta futura norma nada ha dicho respecto a otras especies volátiles comunes, como gorriones, patos o gaviotas. ¡Hay que ver cómo cambian las cosas! Si en mi pasado compostelano, delante de los compañeros universitarios de Ferrol o de Vigo, se me hubiera ocurrido vaticinar que las gaviotas planearían sobre el Miño surcando libres los azules cielos de Auriavella, a buen seguro me hubieran tachado de chalado o de mentiroso.
Pero, en la historia de la humanidad, ya se han visto situaciones similares. Cuando los hombres se entretienen demasiado haciéndole la puñeta a sus semejantes, entra en juego la preocupación por los animales; es como si tratásemos de desviar la atención sobre lo verdaderamente importante. El otro día, sin ir más lejos, en la sección de Cartas al Director de La Región, un lector manifestaba sus opiniones contrarias al denominado Proyecto Gran Simio. En sus fundamentos, esgrimía profundas cuestiones morales y éticas, cuasi religiosas. Mientras tanto, la cruda realidad nos alerta sobre la probable extinción a corto plazo de la mayoría de los simios de nuestro planeta, especialmente en tierras del Sudeste Asiático. Tienen la culpa la deforestación galopante, la contaminación de las aguas y la perpetuación del furtivismo en la caza.
Lo siento por algunos de mis prójimos, pero resulta que hombre y ratón tenemos genomas muy similares. El Premio Nobel de Medicina y Fisiología del 2007 galardonó a la tripleta formada por Mario Capecchi, Sir Martin Evans y Oliver Smithies, por sus investigaciones realizadas con ratones mutantes. Roedores diseñados en el laboratorio, cuentan con un ADN manipulado artificialmente para reproducir, en modelos animales genéticamente próximos al ser humano, las patologías y los tratamientos posibles para las mismas.
Me informa el optimista Aloysius que ya existen alrededor de 500 modelos de ratón representativos de otras tantas enfermedades humanas, incluyendo trastornos cardiovasculares, enfermedades neurodegenerativas, cáncer y diabetes.
Seamos pues, humildemente, un poco más franciscanos, por aquello del amor a los animales.
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