Oiga doctor, buenos días. Verá usted; me he enterado que con un simple análisis de sangre puedo saber si mi marido deriva, como los mulos, hacia la infidelidad. Las ciencias avanzan que es una barbaridad, y he escuchado en la televisión que unos científicos suecos han descubierto el gen del adulterio masculino…
Sostiene Aloysius que subditos del rey Carlos XVI Gustavo tenían que ser los descubridores de tal contingencia, en el prestigioso Instituto Karolinska de Estocolmo; ya despuntaban con su fama de ligeritas de cascos las suecas que visitaban las playas españolas en los veranos de la Transición, ese bendito período de la reciente historia española que nunca parece terminar de cuajar. Tan rubias, tan hermosas y esbeltas ellas, que pusieron de moda el top less cuando los varones patrios pensaban que lo más redondo que existía en el universo era un botijo. Y los demás, flipábamos con El Capitán Trueno y su novia Sigrid, la reina de Thule.
Pero, ¿podría un alelo, un simple fragmento genético, explicar por sí mismo un comportamiento socialmente tan complejo como la infidelidad?
La historia de la ciencia nos ha revelado magnos hallazgos científicos como fruto de la casualidad. Los más famosos descubrimientos fortuitos en medicina han sido la penicilina, el Viagra ®, el LSD o los rayos X.
¿Qué carallo andarían buscando los científicos suecos cuando se toparon con el alelo 334? Pues parece ser que estaban muy interesados en conocer cuál es la codificación genética de la vasopresina, la hormona antidiurética, liberada en el organismo como respuesta a determinados cambios en el volumen de la sangre y en su osmolaridad (la concentración total de ciertas sustancias en el suero).
Una de sus funciones principales es aumentar la retención líquida en los riñones. En situaciones de deshidratación, la vasopresina los obliga a ahorrar agua. Si se administra dentro del cerebro, puede actuar como analgésico y de paso disminuir la fiebre. A nivel vascular, provoca vasoconstricción y aumento de las resistencias periféricas, una causa de hipertensión arterial. Pero, en la esfera sexual, esta hormona es liberada de forma natural durante los orgasmos. El alcohol inhibe su síntesis; de ahí la meadera que nos entra cuando abusamos de la cerveza, por ejemplo.
El estudio del Karolinska fue realizado durante 5 años con más de mil parejas heterosexuales suecas. Habrá que ver qué resultados se obtendrían con individuos pertenecientes a otras nacionalidades o culturas, donde el valor de la fidelidad masculina sea más apreciado socialmente.
De momento, mientras no tengamos mayores evidencias científicas, mi muy taimado Aloysius solicita prudencia a todas nuestras prójimas. Paz y amor, hermanas.
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