Me entretenía leyendo los "Cuentos Orientales" de Marguerite Yourcenar. Por fin relajado, con el agua al cuello, como el Emperador que anhelaba cegar la mirada del viejo pintor Wang - Fo, como el rubio detective Harper...
Y me acordé del viejo Czeslaw Milosz, escribiendo sobre un papel, la mano temblorosa y su espesa tinta polaca:
"El día es tan feliz. La niebla se fue pronto... En mi cuerpo no había lugar para el dolor. Cuando me enderecé, vi el mar azul, y al fondo unos veleros..."
En la otra orilla, una garza permanecía inmóvil, dichosa, camuflada entre los alisos... Demasiado blanca y desnuda para burlar mi acecho. Al sentirse sorprendida, disimulando enfiló su aguzado pico hacia las viñas que se desbordaban hacia las riberas.
De momento, la cosecha de Ribeiro promete...
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