Esa misma voluntad de bien exigida moralmente a todo aquel que desea ejercer la medicina. El eco apagado de la ronca voz de Hipócrates todavía resuena en unos versos de su Juramento: “llevaré adelante ese régimen, el cual, de acuerdo con mi poder y discernimiento, será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror”.
Tal vez alucinado por el sol en las recónditas callejuelas de la vieja Córdoba, un mediodía me pareció escuchar similar salmodia balsámica en los prudentes labios del gran Averroes.
La medicina occidental ha contado con famosos colegas encumbrados en extremos opuestos de la ética profesional. Por un lado, el siniestro Dr. Josef Mengele, el ángel exterminador de Auschwitz. Y en el contrario, mi admirado D. Santiago Ramón y Cajal, ejemplo de sabiduría y vocación. En el mundo musulmán, ciertas informaciones afirman que Ayman al Zawahiri, el lugarteniente de Osama Bin Landen, estudió la carrera de medicina. Otras noticias cuentan que el Sindicato de Médicos de Egipto ha prohibido en su país la realización de transplantes entre cristianos y musulmanes. Una iniciativa arriesgada, pues el paso siguiente pudiera afectar a las transfusiones de sangre e incluso a la propia dinámica asistencial.
Sostiene Aloysius que la rigidez de la ortodoxia religiosa nunca debería condicionar la salud del prójimo. Pone como ejemplo el Ramadán, el pilar del Islam que obliga a los musulmanes al ayuno desde el amanecer hasta el ocaso. Las excepciones contemplan a los niños menores de 12 años, a los ancianos, a las embarazadas, a las mujeres lactantes y a los enfermos en general. Pero un problema práctico podría presentarse en la consulta cuando un diabético devoto de Alá desea cumplir dicho precepto. El pacto entre médico y paciente resulta imprescindible para minimizar los trastornos metabólicos.
La Asociación Británica de Diabetes ha publicado unas recomendaciones al respecto. Pueden consultarse en:
http://www.islamhoy.org/principal/Novedades/ayunodiabetes.htm
Otras controvertidas imbricaciones entre espiritualidad y enfermedad pueden observarse en nuestro entorno, por ejemplo cuando los fieles acuden a consulta con los pies destrozados tras una larga peregrinación o en las clásicas desavenencias sobre las transfusiones de sangre y los Testigos de Jehová.
Al final, si algo tengo que agradecerle al estudio y a la práctica de la medicina es la adquisición de una firme convicción en la igualdad de todos los seres humanos. En diferentes ocasiones he visto sufrir a personas de diversas razas y creencias, quejándose de manera semejante y solicitando el alivio para sus males en distintos idiomas. Y es que el rictus del dolor humano es sosprendentemente universal.
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