Sostiene Aloysius que éramos pocos y parió la abuela, que si no resultaba suficiente el bombardeo al que sometemos a los pacientes desde las consultas médicas, desde las revistas especializadas, desde la televisión, desde los periódicos, desde Internet, hasta el sursum corda opinan ahora qué es bueno y malo para comer, el aprendiz de chamán con chompa, impartiendo una clase magistral de sabiduría andina, que ni es sabiduría ni andina, avergonzando con sus chorradas a propios y extraños.
Y es que a veces se le escapan ramalazos homófobos a aquellos que más presumen de progresismo. Resulta que al presidente de Bolivia, D. Evo Morales, le parece que andamos por Europa un poco más afeminados de la cuenta. La culpa de tanta pluma la tienen los pollos que nos comemos, zancos y pechugas inflados artificialmente, palomos cojos saltando renqueantes desde la paz de la granja al calor de la sartén. Menos mal que no le dio por meterse especialmente con los españoles, que ya nos tiene desde hace tiempo enfilados, culpables del pecado original y del desfalco cometido en El Potosí por la infausta Corona de Austria, porque según él perdemos mucho aceite, demasiado, pero puro y de oliva.
Además de los mariconsones del Viejo Continente, nuestras queridas muchachas tampoco se libraron del responso, pues la culpa de la turgencia de sus senos adolescentes la tienen también las hormonas que envenenan las carnes rojas de las vacas y las blancas de las aves. Se nos ha ocurrido un eslogan especial con el que gustosamente obsequiamos a las clínicas de cirugía estética que lo quieran aprovechar, algo así como “la hormona, un paso más allá que la anticuada silicona”.
Tal vez desconozca el inefable Evo que la prestigiosa FDA (Food and Drug Administration), encargada de velar por la estricta seguridad de los alimentos y de las medicinas en los EEUU, cuyas advertencias y recomendaciones son comúnmente aceptadas por las administraciones sanitarias del resto del planeta, aprobó el uso de la rbGH, una hormona recombinante creada genéticamente y destinada a incrementar la producción de leche por parte del ganado vacuno sin afectar el desarrollo de su masa muscular. Otros aditivos hormonales sintéticos aprobados para mejorar la producción de carne son versiones de los estrógenos, los progestágenos y la testosterona presentes de forma natural en el ser humano y en los animales. Pero la FDA, como la Coca Cola, son inventos de Satán, el enemigo imperialista. Aquí huele a azufre.
Evo también arremetió contra los platos de plástico, contra las patatas holandesas y contra los transgénicos. De paso, presumió de cabellera. Por culpa de estos alimentos nuestras cabecitas parecen bolas de billar a este lado del Atlántico. En cincuenta años, no en cien, todos calvos. Después de mirarnos al espejo, Aloysius y yo nos hemos quedado mucho más tranquilos.
Esta última temporada, en mi casa y en otras donde bien nos quieren, nadie ha intentado intoxicarnos con transgénicos. Tampoco tenemos en nuestros cuerpos ni una sola molécula de McDonald. Galicia Calidade. Salud y buenos alimentos, como los grandes éxitos de Rosendo. Y entonces, casualidades de la vida, sintonizando la radio comenzó a sonar aquella popular canción advirtiéndole a un tal Moralito que le iba a pillar la gota fría.
2 comentarios:
¡Genial la entrada! ¡Da gusto leerla!
Y, con algo de envidia (que nunca es sana) digo: ¡Me hubiera gustado escribirla!
Este Evo, como Hugo (su amigo) y alguno más entre sus amistades, se creen que nos lo creemos... ¡Vaya grupo!
Yo, en cuanto sea hora, procuraré comer jamón y marisco regados con un buen vino; pero si se da el caso, comeré pollo sin temor a convertirme en Mr. Hyde ni en Lola "la piconera".
Cuando quieras, amigo Paco, te invitamos a Galicia para que disfrutes de la dieta atlántica y de nuestras aguas termales... Salud y buenos alimentos...
Gracias por tu amable comentario
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