Hace unos años discutíamos acaloradamente con el receloso Aloysius sobre cómo sería en realidad la medicina del futuro: terapia genética, nanotecnología, biónica, robótica, células madre, clonación, autotrasplantes, medicamentos y alimentos preventivos que disminuirían la probabilidad de padecer una enfermedad…
En la vida, además de saciar nuestra avidez de información permanente, de vez en cuando es bueno escuchar a los que saben mucho más que uno mismo. En un plazo de apenas 15 días he asistido a las conferencias de dos profesores que de forma honesta se atrevieron a abordar cuestiones tan controvertidas como la obesidad, la diabetes tipo 2 y la arteriosclerosis, o en otras palabras, las modernas enfermedades de la opulencia. Ambos mencionaron el innovador concepto de diabesidad. El profesor Enrique Campillo, de la Universidad de Extremadura, fue el único capaz de hacerme entender conceptos tan sencillos como la resistencia a la insulina o la herencia de los “genes ahorradores”, capaces de convertir irremediablemente en obesos a sus portadores, hagan la dieta que hagan siempre que no la acompañen del correspondiente ejercicio.
En mis años mozos no era sencillo encontrar a niños que se enfermasen por culpa de la alimentación que recibían; más bien al contrario, los cuerpos magros predominaban sobre los orondos. Me cuesta recordar algo semejante a la proliferación actual de platos precocinados y de bollería industrial en los estantes de las tiendas y supermercados. No se jugaba a la ruleta rusa con las llamadas grasas trans. Evoco las imágenes del Jardín del Posío y del patio de recreo de los Salesianos, repletos de chavales jugando al fútbol o al baloncesto, corriendo sin parar, incluso montando en bicicleta o patinando. Nunca pensé añorar aquellos tiempos en blanco y negro sin consolas de videojuegos, sin gimnasios y sin avenidas del colesterol. Y me acordé de un libro de Raj Patel que se titula “Obesos y famélicos”, sobre el impacto de la globalización en el sistema alimentario mundial.
En nuestra sociedad contemporánea, el único esfuerzo físico que debemos realizar para conseguir comida es abrir la puerta del refrigerador. Decía el profesor Campillo que nuestros antepasados eran capaces de nutrirse a partir de unos 250 posibles alimentos, mientras las mujeres y hombres modernos apenas damos cuenta habitualmente de una docena de viandas.
Pero, no todo es negativo en nuestra alimentación. El Dr. Calabuig, jefe de Servicio de Medicina Interna del Hospital “La Fe” de Valencia me dio una lección sobre Nutracéutica, la especialidad que estudia los alimentos naturales beneficiosos para la salud. Y es que ya empiezan a dejar de sonarnos inusuales palabras como resveratrol, coenzima Q10, astaxantina, berberina, espirulina, licopenos (como el Ateronon ®) o las exóticas Bayas de Goji. Otro día, nos extenderemos más… Hoy, de momento, Bon Appétit, salud y buenos alimentos.
2 comentarios:
Gracias a esta interesante entrada acabo de descubrir la "Nutracéutica". Estoy entusiasmado porque mi afición al buen vino, al jamón, al marisco de tu tierra y de la mía, y a tantos otros ricos alimentos (siempre con la debida moderación) me va a llevar a profundizar en el conocimiento de esta parte de la ciencia.
¡Un abrazo!
Me alegro que la ciencia te vaya dando la razón... Pero no te emociones, que para conseguir una dosis terapéutica de resveratrol creo que tendrás que dar cuenta de unas 45 botellas de vino tinto... Preparados, listos... ¡ya!
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