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29 diciembre 2010

PRECIO Y VALOR




Estas navidades, tal vez influenciado por malas compañías, y en especial por aquellos camaradas suyos políticos y economistas, anda Aloysius demasiado abstraído en sesudas cuestiones sobre la escasez y la abundancia. Como tantos otros españoles su calculadora doméstica está que arde contando cuántos euros no podrá ahorrar durante el próximo año 2011, ya saben, este año subieron los precios de la gasolina y demás combustibles, por supuesto aprovechando los puentes en el calendario, y la energía eléctrica pronto va a deslumbrarnos más por su elevada factura que por la calidez y la calidad de su luz.

Dicen los expertos que en una economía de mercado todo producto o servicio tiene un precio. Nos han fastidiado, como en la vida. El quid de la cuestión está en el valor que como ciudadanos estamos dispuestos a pagar por un producto o servicio. Cuando vamos al supermercado, por ejemplo, los ciudadanos nos convertimos en consumidores. Cuando vamos como pacientes a la consulta del médico del sistema nacional de salud, nos convertimos en usuarios. Del precio de estas visitas pocas veces nos informan, para que sepamos si pagamos mucho o poco.

Sin embargo, a pesar de la libre competencia en los mercados, sospecho que el precio de la energía eléctrica, del gas, de los combustibles, de los servicios telefónicos... casi siempre es el mismo, sea cual sea la compañía suministradora del servicio. Aquí no podemos elegir. Nos lo suben con alevosía y nocturnidad mientras todavía nos estamos tragando la última uva con la campanada que marca la extinción de un año y la venida del próximo, que de repente ya se ha vuelto a transformar en presente.

Bajan los sueldos y las pensiones, que ya ni siquiera se congelan a pesar de la ola de frío que nos mantiene temblando. Pero, realmente ¿a qué le damos más valor cómo consumidores o usuarios? En economía doméstica lo tenemos más o menos claro. Les llamamos bienes de primera necesidad por algo. A nuestra vivienda, alimentación, vestido y energía le damos un valor primordial, por eso nos gusta poco que nos toquen sus precios. También los medicamentos son bienes prioritarios. La contención de su precio es deseable a nivel personal y a nivel comunitario.

Entre las alegaciones que ha enviado al Ministerio de Sanidad contra la unidosis, la Federación Empresarial de los Farmacéuticos Españoles plantea que, si entra en vigor dicha medida el precio de cada comprimido de paracetamol (incluidos los envases, el IVA y los márgenes de fabricantes, distribuidores y farmacéuticos) será de 0.0033 euros, 0.095 para un comprimido de omeprazol y 0.050 para uno de ibuprofeno…

Actualmente, considerando la marca o el genérico más barato, un envase con 40 comprimidos de 1 gr de paracetamol cuesta en la farmacia 2.79 euros (0.069 euros por comprimido). En el caso del omeprazol de 20 mg, un envase con 28 comprimidos cuesta 2.95 euros, es decir 0.105 euros por pastilla. Finalmente, un envase de ibuprofeno de 600 mg con 40 comprimidos cuesta 1.98 euros, o lo que es lo mismo 0.0495 euros cada pastilla. La batalla de los precios continúa.

Para resolver tan espinosas cuestiones habrá que considerar el coste de los productos (para las empresas), el valor de los mismos (para los usuarios) y el precio que las administraciones públicas están dispuestas a pagar para seguirnos subvencionando los medicamentos.

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