Ha llegado a mis manos la última declaración de la Organización Médica Colegial (OMC) sobre la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario, cuestión que desde luego nos preocupa a todos.
Seguimos manteniendo la idea de que nuestro sistema es eficiente, equitativo y con una repercusión en salud equiparable a las mejores del mundo. La eficiencia significa que conseguimos buenos resultados según los medios empleados. La equidad es sinónimo de igualdad, y se refiere a que cualquier ciudadano puede acceder a los recursos sanitarios públicos en las mismas condiciones. Y respecto a los resultados de salud éstos engloban los resultados clínicos, los centrados en el paciente (humanísticos) y los resultados económicos y de actividad asistencial.
El otro día le escuché decir a D. José María Fidalgo, ex Secretario General de Comisiones Obreras (CCOO) que nuestro sistema sanitario público es barato, en otras palabras, que conseguimos resultados de salud similares o mejores a los obtenidos por otros países que destinan un porcentaje mayor de su producto interior bruto (PIB) a la financiación de su sanidad.
En esta línea, no se trataría entonces de recaudar más, sino de gestionar mejor. En economía de la sanidad, algunas medidas recaudatorias como por ejemplo el copago o el céntimo sanitario, han demostrado una evidencia científica más que dudosa.
¿Sería lógico racionalizar la utilización de ciertas altas tecnologías, sofisticadas y costosas? Entendemos que si este tipo de medidas de contención se imponen en el gasto farmacéutico, podrían aplicarse a otros campos de gestión. Criticamos la falta de cohesión en un país donde coexisten 17 tarjetas sanitarias, 17 historias clínicas, en soporte clásico o informatizado, 17 carteras de servicios, y donde se han construido sin mesura hospitales que distan, en algunas ocasiones, menos de 50 kilómetros entre unos y otros, dependiendo de la comunidad autónoma que se trate.
Están en el candelero las medidas administrativas tomadas para controlar el gasto farmacéutico, sin lugar a dudas, una porción suculenta del presupuesto global sanitario en España. Existe un copago farmacéutico establecido desde hace tiempo, pues los usuarios pensionistas de este país (excepto MUFACE y similares) no pagan ni un céntimo en las farmacias por los medicamentos prescritos por los médicos de la sanidad pública, mientras los activos abonan un porcentaje variable, en la mayoría de los casos un 40%. Muchas voces claman sobre el desfase y la obsolescencia de esta práctica, pues creen que sería más justo aplicar la cantidad de copago según el nivel de las rentas, y no según el estado de capacitación laboral. Porque al final, todo se reduce al conocimiento del problema de salud que abordamos, en cómo lo abordamos y en cuánto nos cuesta esta faena.
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