30 marzo 2012
HIC BREVE VIVITUR
Vivir, con furor, sin pausa ni prisa.
Colmar la vida con recuerdos,
demasiados, copiosos, excesivos.
Con tamaña sagacidad podremos,
cuando nuestra vida
esté a punto de dejar de ser vida,
que la memoria nos conceda un tris,
una credencial
para poder vivir
de nuevo
una nueva vida
24 marzo 2012
A MEDIA TARDE
"Ancianas" de Ron Mueck
Media tarde en la casa del silencio y del olvido. Escucho a alguien que monda patatas en la cocina, al fondo del pasillo. El aroma terroso de las patatas peladas me alcanza desde allí. ¿Será la nitidez del olor o tal vez su reminiscencia?
Las habitaciones tienen nombres en las puertas. Los huéspedes entran y salen. Una anciana se desplaza, lentamente, apoyada en su bastón:
- Desde aquí al cementerio - piensa.
Al fin y al cabo, así pasamos por la vida. Ocupas la vivienda de alguien que ya no está; y mañana será de otro, hoy todavía invisible. Estamos solos, esa es la realidad, y así partiremos raudos hacia la nada, hacia el absurdo, para hibernar en la no conciencia, como antes de nacer. No sentir. No pensar. Navegar por una caudalosa corriente de personas, de nombres y recuerdos, hacia una desembocadura incierta tratando de imaginar cómo será el puerto, mientras dura la travesía.
Ocupamos estancias y lechos que mantenemos limpios y ordenados. Pasarán los días y otros realizarán esas mismas tareas. Un zumbido de abejera corta el aire de la tarde: ¿una motocicleta o el ruido que nos la recuerda?
Los recuerdos entran y salen de las habitaciones. Tratamos de poner su nombre en las puertas.
La anciana del bastón se ha quedado dormida. Cuando se despereza, se levanta con parsimonia y abandona el salón:
- ¿Qué tal, mariscal?. Voy a dar una vuelta...
Y su encorvada figura desaparece en la penumbra del pasillo donde al fondo alguien pela patatas.
Todavía es media tarde. Está muriendo la jornada... Contamos los días porque tenemos los días contados.
19 marzo 2012
SIRENAS
"Hada Rangreja" Juan Cambre
Las semanas se deslizan
Entre la cosecha de horas resecas
La cabellera azumbrada del tiempo
Eclosiona de su cascarón.
La sirena de las ambulancias
Modifica el curso del río,
Allí Sena,
Aquí Miño.
Sobrecogedores fluidos labios.
Si me arrimo a las pilastras
Tal vez pueda discernir
Los aullidos de la emergencia
La nube trémola de electrones
Albatros holgazaneando
en los bulevares.
14 marzo 2012
EL CUENTO QUE CAMBIA CADA DÍA
Los que vamos cumpliendo años en
el ejercicio de la medicina, a caballo entre finales del siglo XX (el de la
revolución soviética, el nazismo, la guerra incivil española, las dos guerras
mundiales, la guerra fría, los viajes espaciales…, pero también el de la
Organización Mundial de la Salud, el psicoanálisis, la penicilina, la
universalidad de la atención sanitaria, los trasplantes, el SIDA, las ONG
sanitarias…) y los albores del XXI (el del futuro, al que tanta atención le prestamos
sin saber realmente si algún día llegaremos a contemplarlo) estamos siendo testigos del profundo cambio que las nuevas tecnologías van provocando en
nuestra labor profesional cotidiana. Han venido, para quedarse entre nosotros,
la historia clínica y la receta electrónica.
Las imágenes digitales hoy en día
nos permiten detectar patologías con una nitidez asombrosa, frente a aquellas
otras que una vez parecieron borrosas fotografías extraídas de la noche de los
tiempos. Y qué decir de la ecografía, herramienta diagnóstica tan valiosa, de
la que una vez escuché decir a un experto que se convertiría en nuestras
consultas en el fonendoscopio del siglo XXI. O de la resonancia magnética…
También de ese ente fascinante
que llamamos Internet, en el que en un instante, con solo pulsar una tecla,
podemos acceder a la mayor cantidad de información que jamás hayamos podido soñar.
Sostiene Aloysius que un prójimo contemporáneo que no sea capaz de desenvolverse
en las nuevas tecnologías informáticas estaría al mismo nivel que aquellos
iletrados de las primeras etapas de la imprenta, la era de los incunables, con
el agravante añadido que en la sociedad actual resulta mucho más fácil acceder
a un ordenador que en aquel entonces a un libro.
Las estadísticas nos indican que
en España las páginas más visitadas en Internet son la versión española de
Google, la red social Facebook y el archivo de vídeos YouTube. Insiste el
tremolante Aloysius que si no apareces en un buscador y no tienes un perfil en una
red social, tu entidad personal se estaría disolviendo en el espacio y en el
tiempo.
Exageraciones aparte, las
cuestiones más buscadas en Internet tienen que ver con el sexo (¡en más del 50%
de las ocasiones!), seguidas a mucha distancia por los chismorreos sobre los
famosos (8%), el humor (3.7%) y los viajes (3%). Sin embargo, todo lo
relacionado con la salud (2.5%) y la música (1.3%) queda a la altura de la más
pura y dura meteorología (1.2%).
A pesar de todo, cada vez son más los
pacientes que se sumergen en las procelosas aguas virtuales en la procura de
información sobre síntomas, dolencias y tratamientos, debido al fácil acceso,
la confidencialidad de la “máquina” y la necesidad de información
individualizada.
Pero en Internet escribe
cualquiera, incluso un servidor. Filtrar la calidad y la fiabilidad de la
información recibida resulta fundamental a la hora de entender lo que hemos
buscado.
Pero este cuento cambia cada día. Aunque aún no he detectado ninguno
en mi entorno, los expertos alertan sobre una nueva tipología de pacientes: los
hiper-app-frecuentadores, adictos a las aplicaciones sanitarias para móviles
(monitorización de calorías, podómetros, dietas, pulsaciones…), que a buen
seguro, cuando detecten alguna anomalía en sus aparatos, no querrán abandonar
la consulta de su médico sin una respuesta clara y concisa… si es que existe…
05 marzo 2012
ÖTZI Y EL EXTRATERRESTRE.
Apenas recuperado del impacto que
me ha producido el descubrimiento de que realmente somos ondas de probabilidad,
y que la imagen que cada mañana me devuelve el espejo no soy realmente yo, sino
el yo que existía en el pasado apenas un instante antes, el conturbado Aloysius
me ha remitido dos noticias recuperadas de su inefable arsenal.
La primera se refiere a la
secuenciación del genoma de Ötzi, “el hombre de los hielos”, la momia de uno de
nuestros antecesores encontrada en 1991 por unos turistas alemanes en los Alpes
italianos, muy cerca de la frontera austríaca. El difunto descansaba en su
tumba congelado desde algo más de 5000 años.
Después de 2 décadas estudiando
concienzudamente sus restos mortales, los investigadores han realizado una
serie de hallazgos apasionantes: su talla (apenas 160 cm), su peso (50 kg) y la
edad a la que falleció, alrededor de los 46 años, desangrado como consecuencia
de una herida provocada por una flecha clavada en su hombro izquierdo. Incluso
se atreven a aventurar que la muerte ocurrió en el transcurso de una
escaramuza, pues alrededor de Ötzi encontraron varias flechas con restos de
sangre diferente a la suya.
Reconstrucción de Ötzi según los restos encontrados
Pero, además, el estudio de su
ADN permitió deducir que sus antepasados provenían de Oriente Próximo, en una
etapa de expansión agrícola. El bueno de Ötzi tenía los ojos marrones, era
intolerante a la lactosa, pertenecía al grupo sanguíneo 0 y presentaba cierta
predisposición a las enfermedades cardiovasculares.
Todo esto ha sido posible
combinando el análisis del ADN mitocondrial (heredado exclusivamente por vía
materna) con el procedente del núcleo celular.
La segunda noticia comentaba el
hallazgo de otra momia, la de un supuesto extraterrestre, en la provincia de
Quispicanchi, en Cusco (Perú). Un ser de características “no humanas”, de
apenas 50 cm de estatura y dotado con un gran cráneo triangular de grandes órbitas
oculares, con la fontanela abierta (como los niños menores de 1 año) pero con
los molares desarrollados. Posee además el frontal dividido, característica de
algunos reducidos grupos étnicos locales, así como el llamado hueso de los
incas, un pequeño triángulo óseo a la altura del occipital, también común en
los habitantes de los Andes peruanos.
¿Fraude científico? ¿Un humano
portador de extrañas e
infrecuentes malformaciones? Esperamos y deseamos que los análisis genéticos
pueden revelarnos cuál es la verdad, si es que ésta existe realmente en este
mundo de ondas de probabilidad.
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