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05 marzo 2012

ÖTZI Y EL EXTRATERRESTRE.




Apenas recuperado del impacto que me ha producido el descubrimiento de que realmente somos ondas de probabilidad, y que la imagen que cada mañana me devuelve el espejo no soy realmente yo, sino el yo que existía en el pasado apenas un instante antes, el conturbado Aloysius me ha remitido dos noticias recuperadas de su inefable arsenal.

La primera se refiere a la secuenciación del genoma de Ötzi, “el hombre de los hielos”, la momia de uno de nuestros antecesores encontrada en 1991 por unos turistas alemanes en los Alpes italianos, muy cerca de la frontera austríaca. El difunto descansaba en su tumba congelado desde algo más de 5000 años.

Después de 2 décadas estudiando concienzudamente sus restos mortales, los investigadores han realizado una serie de hallazgos apasionantes: su talla (apenas 160 cm), su peso (50 kg) y la edad a la que falleció, alrededor de los 46 años, desangrado como consecuencia de una herida provocada por una flecha clavada en su hombro izquierdo. Incluso se atreven a aventurar que la muerte ocurrió en el transcurso de una escaramuza, pues alrededor de Ötzi encontraron varias flechas con restos de sangre diferente a la suya.


Reconstrucción de Ötzi según los restos encontrados

Pero, además, el estudio de su ADN permitió deducir que sus antepasados provenían de Oriente Próximo, en una etapa de expansión agrícola. El bueno de Ötzi tenía los ojos marrones, era intolerante a la lactosa, pertenecía al grupo sanguíneo 0 y presentaba cierta predisposición a las enfermedades cardiovasculares.

Todo esto ha sido posible combinando el análisis del ADN mitocondrial (heredado exclusivamente por vía materna) con el procedente del núcleo celular.


La segunda noticia comentaba el hallazgo de otra momia, la de un supuesto extraterrestre, en la provincia de Quispicanchi, en Cusco (Perú). Un ser de características “no humanas”, de apenas 50 cm de estatura y dotado con un gran cráneo triangular de grandes órbitas oculares, con la fontanela abierta (como los niños menores de 1 año) pero con los molares desarrollados. Posee además el frontal dividido, característica de algunos reducidos grupos étnicos locales, así como el llamado hueso de los incas, un pequeño triángulo óseo a la altura del occipital, también común en los habitantes de los Andes peruanos.


¿Fraude científico? ¿Un humano portador de extrañas  e infrecuentes malformaciones? Esperamos y deseamos que los análisis genéticos pueden revelarnos cuál es la verdad, si es que ésta existe realmente en este mundo de ondas de probabilidad.




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