Cada año, el 11 de abril es la
fecha elegida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para conmemorar el
Día Mundial del Parkinson. En un día como éste de 1755, nacía James Parkinson
en el barrio londinense de Shoreditch.
Por aquel entonces se trataba de un
suburbio que se extendía extramuros del núcleo de Londres. Precisamente allí, durante
el siglo XVI, se construyeron los primeros teatros donde se representaban las
obras del genial William Shakespeare.
La existencia de este médico,
sociólogo, político, botánico, geólogo y paleontólogo británico discurrió por
diversos derroteros: desde su activa participación política en la Cámara de los
Comunes, donde promovió ideales comunes con la Revolución Francesa, hasta su
dedicación a la medicina clínica y a la botánica, heredando la consulta paterna
en Hoxton Square.
En 1817 escribió el famoso tratado que marcó un hito en la
Historia de la Medicina, “An Essay on the
shaking palsy”, en el que recogió las observaciones sobre 6 pacientes
afectados por una extraña enfermedad que él denominó como parálisis agitante.
En mi biblioteca conservo un ejemplar de una edición facsímil conmemorativa de
esta obra.
Según el propio Parkinson, en
este libro se limitó a definir los síntomas de la enfermedad (los movimientos
involuntarios de carácter tembloroso, la disminución de la fuerza muscular en
reposo, la particular manera de caminar, empleando pasos cortos y rápidos,
mientras los sentidos y el intelecto permanecían completamente conservados) más
que a investigar sobre la misma, de tal manera que incluso admitió no haber
realizado exámenes anatómicos rigurosos de los pacientes. La obra permaneció en
el olvido hasta que a mediados del siglo XIX fue redescubierta por el gran neurólogo
y catedrático francés Jean-Martin Charcot.
En la actualidad, la enfermedad
de Parkinson es la segunda patología neurodegenerativa más frecuente, solamente
superada por la enfermedad de Alzheimer. Curiosamente, como en tiempos del Dr.
Parkinson, su diagnóstico continúa siendo fundamentalmente clínico, apoyándose
en la triada clásica temblor – rigidez – akinesia.
Pero su amplio espectro de síntomas
no se limita a la patología motora ya que estos pacientes pueden presentar
también depresión, ansiedad, trastornos del sueño, alteraciones sensoriales y dolor,
alteraciones cognitivas (pérdida de la memoria, falta de concentración,
pensamiento premioso) y disfunción del sistema nervioso autónomo.
Los avances en el diagnóstico y
en el tratamiento de esta enfermedad han conseguido que muchos enfermos alcancen
una esperanza y calidad de vida elevadas. Curiosamente, tienen menos
posibilidades de fallecer de cáncer o de patología cardiovascular...
Cuentan que en su juventud
Parkinson escribió una gran cantidad de opúsculos y panfletos políticos bajo el
seudónimo de Old Hubert que
estuvieron a punto de llevarle a la horca. Menos mal que supo conservar su
cabeza.
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