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08 marzo 2014

PARADOJAS



Nuestra existencia está repleta de paradojas. Sólo hace falta observar cómo nos comportamos cotidianamente, en múltiples ocasiones. Ya nos lo recordaban los clásicos, con el cuento aquel de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. Si como individuos, los humanos resultamos seres contradictorios, la complejidad de tantos elementos convierte en este caso al conjunto, a la sociedad, a la humanidad en general, en un colectivo en permanente equilibrios entre el absurdo y la sensatez. 

Hoy nos gustaría reflexionar sobre tres paradojas muy concretas. La primera hace referencia a esa lacra denominada violencia machista. No es la primera vez que hago pública mi admiración por la sociedad escandinava, quizás porque tuve ocasión de conocerla un poco en una época determinada, a mediados de los años 80. Sin embargo, visitas posteriores a Dinamarca, Suecia y Noruega han ido variando aquella particular imagen idílica de lo que un día había sido la cuna del estado del bienestar. 

Recientemente, la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea ha publicado los datos de la mayor encuesta mundial sobre esta problemática. A pesar de que un 13% resulta inadmisible, he podido comprobar que España se encuentra entre los países europeos con menor porcentaje de mujeres que han padecido violencia machista. Por el contrario, el 52% de las danesas y el 47% de las finlandesas declaran haber sido víctimas de algún tipo de violencia física o sexual a partir de los 15 años. ¿Cómo es esto posible? 

Los expertos atribuyen estas cifras a la mayor concienciación de las mujeres nórdicas a la hora de denunciar cualquier tipo de comportamiento machista contra su integridad personal. De todas las maneras, en nuestro país parece ser que comienzan a dar sus frutos las campañas de sensibilización, las medidas jurídicas y judiciales, así como el profundo rechazo social contra los maltratadores.

La segunda paradoja hace referencia a los suicidios. Parece ser que las personas se quitan la vida con mayor frecuencia en aquellos países con mayores índices de prosperidad (Dinamarca, Canadá, EEUU, Suiza…) Los últimos estudios científicos publicados constatan esta tendencia. Como justificación, los expertos pensaron en las escasas horas de luz solar anuales en dichas latitudes, pero los factores culturales y cierta actitud social respecto a la felicidad han resultado más determinantes. 

En España, se mantiene la contradicción, pues el mayor riesgo de suicidio ocurre en las regiones del Norte, mientras Andalucía, donde el desempleo y el empobrecimiento se ha incrementado dramáticamente en la última década, las tasas de suicidios son inferiores. 

Por último, la paradoja de la alimentación. Las tasas de mortalidad cardiovascular más elevadas en España se sitúan en aquellas regiones donde teóricamente prima la dieta mediterránea. Y en Francia, con un consumo mayor de grasas saturadas en su alimentación (quesos, leche entera y patés) fallecen proporcionalmente menos prójimos debido a enfermedades del aparato cardiovascular que en otros países con dietas teóricamente más saludable. Hay quien justifica este hecho por los supuestos beneficios del vino tinto y su riqueza en antioxidantes (resveratrol y flavonoides) 

Al final, va a ser cierto que para una mayor salud resulta más importante el código postal de un individuo que su propio código genético.

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