Sostiene el fatuo Aloysius que durante el disparatado reinado del
emperador Calígula, un bravo tribuno en la reserva, de nombre Flacio Caio Fellatius,
para recuperar su virilidad, harto de ingerir diariamente una dieta especial a
base de criadillas de toro, decidió mejor dedicarse a organizar unas animadas
bacanales en las que las copas de vino premiaban a las féminas más generosas en
favores sexuales.
Esta historia es tan falsa como que un buen día San Agustín
sentenció “in necessariis unitas, in
dubiis libertas, in omnibus caritas”. Pero visto lo ocurrido en algunas
playas españolas, durante estas vacaciones estivales que lentamente se
aproximan hacia su ocaso, la realidad una vez más supera a la ficción.
Quizás
los paisanos de Magaluf prefieran no ser recordados por sus campeonatos de
felaciones o por los triples saltos mortales que algunos descerebrados realizan
desde los balcones de sus hoteles a las piscinas. Es la cultura del descontrol,
que desde hace tiempo ha venido para quedarse entre nosotros: prácticas
sexuales de riesgo, alcohol a borbotones y turismo cutre que nos han hecho
recordar la historia ficticia del tribuno Fellatius.
Y es que alguna arena de la playa de Patos también tiene mi ejemplar
de “S=EX2”, el estupendo libro de Pere Estupinyá gracias al cual podemos
zambullirnos en la ciencia del sexo. Sostiene este divulgador científico que el
estudio de la sexualidad puede servir para aprender todavía mucho más sobre
neurofisiología, anatomía, psicología, psiquiatría y sociología, por poner algunos
ejemplos. Y a ello se dedican en serio muchos investigadores de prestigiosas
universidades, mayormente norteamericanas.
Menciona Estupinyá en su obra una
profusa revisión bibliográfica científica publicada en 2011, en la que investigadores
de la Universidad de Washington y del Instituto Kinsey concluyeron que después
de tomar cantidades moderadas de alcohol, la lubricación y el flujo sanguíneo
vaginal de las mujeres disminuyen. Sin embargo, fueron mayoritarios otros estudios
revelando que la ingesta etílica incrementa la percepción subjetiva de la
excitación sexual femenina. A pesar de todo, los escépticos siguen discrepando
de estas asépticas investigaciones de laboratorio, pues la realidad es otra
cosa bien distinta, según el caso, según la situación.
Con anterioridad, varios
investigadores de estos mismos equipos habían realizado estudios similares con
varones jóvenes. Describieron que dosis etílicas moderadas no solían interferir
el mecanismo de la erección, pero que grandes cantidades de alcohol representan
un seguro garante para los problemas de la turgencia sexual.
A la moda del slimming, tampones
mojados en alcohol preparados para emborracharse a mayor velocidad por vía
vaginal o anal, y a la instilación de diferentes bebidas alcohólicas como si
fueran colirios, hay que añadir ahora una nueva costumbre, el mamading, que tanto deleite provocaría
al tribuno Flacio Caio Fellatius, e incluso, al mismísimo emperador Calígula. Y
si no me creen, repasen la filmografía del cineasta milanés Tinto Brass.
No hay comentarios:
Publicar un comentario