Un viejo amigo, de vuelta a casa
tras una prolongada estancia en el extranjero, se ha sorprendido por la
cantidad de personas presentes en los hospitales y en los centros de salud de
Ourense.
Durante la última semana, se ha fraguado esta particular opinión tras acompañar a su anciana madre por la consulta de diferentes médicos.
Incluso ha sido capaz de reconocer, en tan poco tiempo, rostros familiares entre los que
cada día aguardan su turno en las salas de espera.
Hemos platicado de los
pacientes denominados “hiperfrecuentadores”, los que acuden a la consulta
de su médico de familia en más de 12 ocasiones al año, es decir, 10 veces más
que el resto. Su porcentaje no es nada desdeñable, un 20 - 25% del total. Para
obtener una visión más real de problema calculamos que en una consulta de
atención primaria a la que diariamente acuden 40 pacientes (unos 200 a la semana, unos 800
al mes), entre 160 y 200 repiten visita, constantemente.
¿Cómo es esto posible?, se
pregunta este paisano, acostumbrado a pagar por cualquier emanda sanitaria en
su país de destino. ¿Será porque aquí todo es gratis?...
Me lleva un tiempo explicarle
que lo de gratis es relativo, y que el sistema de salud público español lo
pagamos entre todos los contribuyentes, a partir de nuestros impuestos. La
explicación más plausible para justificar este ansia de citas médicas podría esconderse
tras lo que algunos expertos denominan somatizaciones, dolores físicos
provocados por cuadros de ansiedad o depresión.
Resulta que España, después de
Portugal, es el país europeo que más ansiolíticos consume. Parece ser que el
nivel de tolerancia a la frustración es muy bajo entre nuestros prójimos, y que
cualquier situación adversa en la vida, desde una ruptura de pareja hasta la pérdida
de un familiar, dispara el consumo de estos medicamentos.
Además de su desesperación
personal, el gasto sanitario generado por los usuarios hiperfrecuentadores se
dispara, pues se multiplican los análisis y las pruebas, casi siempre con resultados inespecíficos,
destinadas a diagnosticar sus patologías. Tampoco resulta extraño que
estos pacientes consuman más fármacos que la media. Estudios realizados en países
anglosajones han llegado a responsabilizarles del 10% del gasto sanitario total
de un país desarrollado.
Los problemas sociosanitarios, especialmente en las
personas más mayores, asimismo representan una causa frecuente y constante de
consulta, contrariedades para las que en muchas ocasiones no existe un
tratamiento médico específico.
Bien por haber emigrado a un país
donde la mayoría de la población se concentra en las primeras décadas de la
vida, bien porque en aquellos pagos la visita al médico cuesta demasiado
dinero, mi amigo continúa sorprendido con la situación que vivimos en Ourense.
Quizás la solución pase por dedicarles más tiempo a estos pacientes, en unas consultas
masificadas, la pescadilla que se muerde la cola, porque 5 minutos apenas sirven
para escuchar sus quejas y para confortarles, porque no todo en la vida son
pastillas, intervenciones quirúrgicas, prótesis, marcapasos o resonancias magnéticas.
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