En la introducción de su libro “La
cadera de Eva” (2005), el Dr. José Enrique Campillo, catedrático de Fisiología
de la Facultad de Medicina de la Universidad de Extremadura, define como
características exclusivas de la especie humana: (1) la receptividad sexual
constante y la ocultación de la fertilidad femeninas, (2) la posición ventral
para la cópula, (3) el orgasmo femenino, (4) la menstruación, (5) el parto, generalmente
complicado, que suele precisar la ayuda de otras personas, convirtiendo así este
acontecimiento en un acto social, (6) las crías prematuras, que no pueden
valerse por sí mismas hasta aproximadamente los 5 años de edad, y (7) la menopausia, que conlleva el fin
de la actividad reproductiva décadas antes de la muerte, con la consiguiente
aparición de la figura de la abuela.
El Profesor Campillo, al que tuve el
placer de conocer personalmente cuando visitó Ourense para presentar otro magnífico
libro suyo, “El mono obeso”, nos plantea una hipótesis sencilla pero muy innovadora:
el papel esencial del sexo femenino en la evolución de la especie humana. Durante
millones de años, esa serie de cambios drásticos producidos en la anatomía femenina
posibilitaron la adaptación a nuevas circunstancias ambientales y cambios ecológicos,
de manera que los antecesores de los humanos actuales pudieron abandonar la
vida en los grandes bosques para aventurarse en un más que incierto futuro de supervivencia
en las sabanas.
A propósito de embarazos, partos
y puerperios, estos días de carnaval ha adquirido mayor intensidad el debate
entre el Consejo General de Colegios Oficiales de Enfermería de España y diversas asociaciones de doulas. Con
esta palabra de etimología griega, se definía a las sirvientas esclavas más
importantes en el mundo heleno antiguo. Estas mujeres probablemente se
encargaban de ayudar a sus amas en la crianza de la prole.
Las modernas doulas
intentan encuadrar su labor en el acompañamiento y consejo de aquellas mujeres
que deciden ser madres, durante las etapas de embarazo, parto y puerperio. En
Internet proliferan los blogs y las páginas especializadas al respecto, algunas
con las tarifas correspondientes a este tipo de servicios, convertido ahora en lucrativo negocio, incluyendo servicios de comadrona y atención del nacimiento a
domicilio.
Nos referíamos anteriormente al Dr. Campillo cuando el catedrático
extremeño comentaba la naturaleza social del parto. A lo largo de la historia
de la humanidad, inclusive en la actualidad, millones de mujeres han traído al
mundo a sus hijos en la soledad más absoluta.
Sin duda alguna, parteras y
comadronas primero, y más tarde la necesaria atención sanitaria profesional y de calidad aportada
por médicos (especialistas en Obstetricia y Ginecología, pediatras neonatólogos)
y enfermeras (matronas), ha contribuido a reducir drásticamente la mortalidad
materno – infantil allí donde dichos servicios se encuentran perfectamente estructurados
y organizados en los ámbitos de la atención primaria y hospitalaria.
Y no
debemos olvidar, por ser de justicia, la formación académica y profesional de
las matronas actuales, frente a otras opciones que, en bastantes ocasiones, han
llegado a proponer a las puérperas el consumo de sus propias placentas.
1 comentario:
Y para qué les hacían comer la placenta?
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