La existencia del Capitán Hércules
Vinagre se desarrolló bajo signo mordaz. No es de extrañar que, con una vida
tan peculiar, Henry Fielding (1707 - 1754) publicara en 1749 la novela “La
historia de Tom Jones, expósito”, convirtiéndose en un autor capaz de poner de manifestar
esa amalgama de virtudes y defectos que constituyen el alma humana.
A Fielding
y Hércules Vinagre, dos nombres para una misma persona, se le atribuye la máxima
de que casi todos los médicos tienen una enfermedad favorita, a la que
atribuyen todas las victorias obtenidas sobre la naturaleza humana. Fielding
falleció en Lisboa, no de la malaria, sino como consecuencia de una fatal disentería.
Siguiendo su axioma, confieso que la malaria (o paludismo) es una de mis
enfermedades favoritas. Y lo es, entre otras razones, por su tremenda
complejidad. Como en “Los Tres Mosqueteros”, su protagonismo se reparte entre
varios sujetos.
En el desarrollo de una
enfermedad que los clásicos atribuían al mal aire que enviciaba la atmósfera de
las regiones palustres, en primer lugar interviene un parásito, un protozoo de
la especie Plasmodium, capaz de infectar a mosquitos y a humanos. El segundo
mosquetero se llama Anopheles. El parásito se reproduce sexualmente en las
hembras de este intervertebrado. Entonces, utilizando el insecto como vector de
trasmisión, el Plasmodium se hospeda en un anfitrión vertebrado, en este caso
el ser humano, el tercer mosquetero de tal aventura.
Las hembras del Anopheles
cuando pican, mediante su saliva inoculan el parásito en el sistema linfático
del huesped. Desde aquí, ya convertidos en esporozoitos, son capaces de
infectar el hígado y transformarse en merozoitos. Tras esta fase inicial de
reproducción asexuada, los merozoitos pueden reinfectar más células hepáticas o
penetrar en los glóbulos rojos. Dentro de estas células sanguíneas, utilizan
las proteínas de la hemoglobina como alimento para transformarse en
trofozoitos. Tras su multiplicación, revientan los glóbulos rojos liberando nuevos
merozoitos, que a su vez podrán infectar más células sanguíneas o transformarse
en gametocitos, masculinos o femeninos.
Finalmente, si el individuo infectado
es picado de nuevo por un mosquito, los gametocitos pasan al insecto. Ahora,
tras una fase de reproducción celular, los nuevos plasmodium se alojan de nuevo
en las glándulas salivares de los Anopheles, completando el ciclo. Y vuelta a empezar.
Pero en nuestra historia inversa
de los Tres Mosqueteros faltan D´Artagnan y el Cardenal Richelieu. Y es que la única
forma posible de contagio entre humanos es a través de la placenta, cuando una
madre infectada transmite la enfermedad al feto, o a través de
transfusiones.
Cada año, la
malaria causa entre 500 y 700 millones de casos, con alrededor de 1.6 millones
de muertes. Más del 90% de los casos ocurren en África. Contra esta enfermedad
no existe todavía una vacuna efectiva y su lucha se centra fundamentalmente en las
medidas preventivas del contagio. Diversos y novedosos fármacos contra la
malaria continúan todavía en fase de experimentación. Deseamos que muy pronto
comiencen a recolectar provechosos frutos.
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