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20 abril 2015

MEDICINA SOCIAL



Nuestra sociedad, como cualquier otro ser vivo, disfruta y padece ciclos de salud y enfermedad, puede necesitar, en determinados momentos, de los cuidados y el asesoramiento de los médicos sociales, dedicados a la promoción de la salud y a la prevención de la enfermedad en esos grupos que los primates humanos tendemos a formar para beneficiarnos mutuamente del progreso, la comunicación y la solidaridad comunes.

Revistas científicas de la calidad de “The Lancet” vienen presentando dentro de sus contenidos apartados específicos dedicados a este tipo de patologías. Hoy nos gustaría destacar sus esfuerzos en contra de la violencia machista. Por desgracia, cada día, millones de niñas y mujeres experimentan la crueldad masculina disfrazada bajo las más turbias tonalidades de la iniquidad: agresiones físicas y psicológicas, asesinatos, mutilación genital, abusos sexuales y violaciones, matrimonios infantiles forzados o prostitución impuesta, y todo ello por el simple hecho de que la víctima es niña, mujer, esposa o pareja.

Existen diferentes y recientes estudios al respecto. Algunos expertos han revisado determinados modelos de intervención contra tamaña lacra social. Curiosamente, en los países con ingresos económicos más elevados, las investigaciones tienden a focalizarse en cuál debería ser la respuesta más efectiva ante este tipo de agresiones sexistas, intentando reducir, de alguna manera, la propia victimización de las mujeres agredidas. Sin embargo, en los países con economías menos potentes, la investigación se ha centrado mayormente en la prevención de la violencia machista, obteniendo prometedores resultados mediante intervenciones en la colectividad. Es decir, tratamientos comunitarios ante la patología social.

Combatir la violencia contra las mujeres es una prioridad para la Organización Mundial de la Salud, que promueve el fortalecimiento del papel de los sistemas sanitarios en el tratamiento de las agresiones a mujeres y niñas.

Nos ha llamado la atención un estudio firmado por científicas de Estados Unidos, Gran Bretaña, Uganda y Nicaragua en el que las autoras destacan varios puntos básicos en cualquier política eficaz contra la violencia machista. Introducen un concepto que nos resulta novedoso, la ecología social, individual, interpersonal, comunitaria y social, refiriéndose como tal al delicado equilibrio de interactuar en la vida de las personas desde contextos sociales, institucionales, culturales y políticos. 

Pero, ¿cómo equilibrar elementos sociales, culturales y políticos allí donde se empeñan en discriminar a mujeres y niñas cosificadas por determinados machos que las consideran una posesión, mientras les niegan los derechos más fundamentales mediante el único argumento del sometimiento de la fuerza y el terror? ¿Cómo contraer la profunda brecha que todavía separa el análisis social de la práctica médica? ¿Vendrá la curación de la brutalidad sexista de la mano de la medicina social? Sin lugar a duda.


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