Flickr/CC/Stuart Caie
Con todos los
respetos, confieso que cuando nació la oveja clónica Dolly me produjo un
impacto emocional equivalente al del advenimiento de la pequeña Louise Brown,
el primer bebé probeta, allá por 1978. En mi humilde opinión ambos hitos
representaron los prolegómenos de lo que ha de venir respecto a la reproducción
de los mamíferos, incluyendo por supuesto a los primates humanos.
En la
Universidad de Harvard hay prestigiosos científicos trabajando en estas
cuestiones. Emplean una novedosa técnica para editar el ADN (la base de la
transmisión y la herencia de las instrucciones genéticas) que se llama
CRISPR-Cas9. En esa colaboración entre lo público y lo privado que ha
catapultado a muchas universidades anglosajonas a los primeros puestos de
prestigio (auténticas fábricas de premios Nobel) hay empresas que están
empleando tales innovaciones para introducir genes beneficiosos en el genoma de
vacas y cerdos, eliminando de paso tantos otros perjudiciales.
Pero, ¿acaso estos
avances resultan aplicables a los seres humanos? Estamos inmersos en una intensa
polémica ética y moral, de la que no escapan cuestiones tan debatidas en su día
como la generalización de las vacunas, las transfusiones de sangre y los
trasplantes, la reanimación cardiopulmonar avanzada o el uso de células madre
procedentes de embriones. Intentando reducir la cuestión a lo más simple, sin
estar todavía preparados nos enfrentamos a cuestiones inherentes a la evolución
natural de nuestra especie, enfrentadas a otras tantas nacidas del arduo esfuerzo
de la investigación y que ineludiblemente influirán (¡ya lo están haciendo!) en
la evolución tecnológica de nosotros los actuales humanos.
Todo parece apuntar
que el Homo sapiens como especie
tiene sus días contados, y que más tarde o más temprano seremos sustituidos en
estos pagos por otros humanos esencialmente parecidos a nosotros, pero con determinadas
capacidades adicionales indudablemente aportadas por la ingeniería genética, la
tecnología robótica y la inteligencia artificial. Otra historia es conocer quiénes
serán tales privilegiados.