En 1994 acabé
machacando un CD de Caetano Veloso y Gilberto Gil, de portada colorista e
hipnóticos arreglos electrónicos. El lanzamiento del “Tropicália 2” venía a conmemorar el vigésimo quinto aniversario de
aquel otro álbum, “Tropicália ou Panis e
Circensis”. El tema “Haiti” posee
una letra impresionante. Lo digo para aquellos que no entienden por qué un
poeta que le pone música a sus poesías puede haber ganado el Nobel de
Literatura. Grande pecado. En el estribillo de la canción Veloso y Gil nos
reclaman que pensemos en Haití, que recemos por Haití, porque Haití está en
todas partes, incluso aquí, porque ser pobre resulta penoso y detestable.
Éste no fue el único
tema musical dedicado al tercio occidental de la Isla de la Española, la nación
probablemente más mísera de América y una de las más infortunadas del mundo.
Las voces de Alejandro Sanz, Shakira, Juanes, Miguel Bosé, Marta Sánchez, José
Mercé, Bebe, La Mala Rodríguez, Estopa o la Oreja de Van Gogh, entre otras, se
unieron en 2010 a beneficio de las víctimas del último terremoto que descalabró
Haití. De entonces recuerdo terribles impactantes fotografías de cadáveres
esparcidos por las calles a la espera de que alguien los recogiera y de niños
huérfanos heridos sentados en las aceras cubiertos de polvo y coágulos de
sangre, el mismo tipo de imágenes que por reiterativas (véase la guerra en
Siria) mantienen anestesiadas nuestras conciencias de primates en proceso de
humanización.
La revolución
haitiana que la llevó a independizarse de Francia ha quedado magistralmente
retratada en uno de mis libros favoritos, “El reino de este mundo”, bajo la
particular mirada barroca y preciosista de Alejo Carpentier. Una época en la
que los esclavos arrancados de África soñaran con ser Napoleones Bonaparte,
ebrios de sangre y vudú.
Dicen los clásicos
que a perro flaco todo son pulgas. El 80% de los haitianos sobrevive por debajo
del nivel de pobreza. Su esperanza de vida apenas rebasa los 60 años. Tras
librarse a duras penas de las atrocidades de los dictadores Duvalier y sus
terribles Tontons-Macoutes, en enero
de 2010 sus habitantes fueron castigados por un violento seísmo de 7.3 grados
en la escala Ritcher que causó 316000 muertos, 350000 heridos y dejó a un millón
y medio de personas sin hogar. La crisis sanitaria provocada por la catástrofe vendría
después. Ahora, apenas transcurrido el
tiempo para la costosa recuperación, el
huracán Matthew se ha cebado con un pueblo que todavía luchaba contra el cólera
desencadenado tras la sacudida de 2010 y el paso de otro huracán, el Sandy, en el
2012. Sin los debidos controles y cuidados la enfermedad amenaza con extenderse
por la isla. Médicos del Mundo estima que los infectados podrían llegar a los 50000
prójimos, cifra que a buen seguro engordará la de los 9000 fallecidos por
cólera desde el terremoto de 2010. Por si fuera poco, la pérdida de las
cosechas agravará todavía más el problema del hambre y la desnutrición. Como
nos pedían Caetano Veloso y Gilberto Gil, pensemos en Haití, y los que sean
creyentes, si quieren que recen también.
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