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09 mayo 2017

ESTIMABLE PENICILINA




Sostiene Aloysius que Sir Alexander Fleming fue un científico doblemente afortunado. Se refiere a su descubrimiento de la penicilina, el primer antibiótico de uso generalizado en medicina. La historia nos cuenta que Fleming descubrió la penicilina el 28 de septiembre de 1928, cuando al regresar de sus vacaciones estivales descubrió que un hongo había contaminado accidentalmente unas placas de cultivos bacterianos. En notas escuetas, los libros de historia atribuyen a Charles Tom la identificación del hongo como Penicilinum notatum

El hallazgo de Fleming permaneció hibernando en los estantes de las revistas especializadas hasta que en 1939 dos médicos británicos, que más tarde compartieron el Nobel de Medicina con el descubridor, decidieron emplear aquella novedosa medicación en un paciente desesperado que se moría sin remedio. Los doctores fueron Howard Walter Florey y Norman Heatley, que inyectaron por vía intravenosa el medicamento purificado por los químicos Edward Abraham y Ernst Chain al policía Albert Alexander, víctima de una septicemia causada al herirse en el rostro con las espinas de un rosal. Tras el éxito inicial, con la mejoría pasajera del paciente, finalmente éste falleció ante la escasez de nuevas y suficientes dosis.

Los medicamentos para uso humano continúan probándose previamente en animales de laboratorio. En la época de Fleming sucedía lo mismo. Su doble fortuna no se refiere únicamente al hallazgo casual del antibiótico. La escasez de cobayas en el laboratorio obligó a que Fleming probara su novedosa sustancia con ratas. Si hubiera dispuesto de suficientes conejillos de indias probablemente la penicilina habría caído en el pozo del olvido, pues estos sufridos roedores suelen ser alérgicos a los antibióticos y éstos medicamentos tóxicos para ellos. Casi un siglo después, 33 millones de prójimos necesitan diariamente inyecciones de penicilina para tratar sus enfermedades. 

La fiebre reumática, una patología prácticamente erradicada en nuestro entorno, continúa representando un importante problema de salud en muchos países, especialmente entre las clases más necesitadas. Todo comienza con una simple infección de garganta, provocada por una bacteria del género estreptococo. Si no se trata adecuadamente con penicilina, puede diseminarse por el organismo invadiendo el corazón y dañando las válvulas cardíacas. Así está ocurriendo, por ejemplo en la República Sudafricana. 

La rotura de stock de este antibiótico también está afectando a Estados Unidos, Canadá, Portugal, Francia y Brasil. La culpa la tiene otra enfermedad infecciosa, la sífilis. El único antibiótico efectivo para tratar la sífilis fetal es la penicilina. A nivel mundial, sólo 4 compañías elaboran penicilina como principio activo. Al ser un artículo que genera escasos beneficios, su producción se mantiene en niveles bajos. Y es que en pleno siglo XXI, millones de personas siguen siendo tan infortunadas como aquel policía londinense que se hirió en la cara con un rosal.

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