No es la primera vez
que desde estas líneas nos referimos a la epigenética, esa disciplina que estudia
los factores que influyen en nuestros genes, incluso desde el mismísimo momento
de la gestación. A diferencia de determinados agentes químicos y biológicos
capaces de provocar mutaciones y cánceres, no alteran las secuencias del ADN
(la materia prima de los genes) aunque resulten determinantes de la expresión
final de nuestro material genético. Para entendernos mejor, vayamos por partes.
Los virus oncogénicos, por ejemplo, son capaces de transformar una célula
normal en una cancerosa, alterando su ADN. El HPV (virus del papiloma humano),
relacionado con la aparición de las verrugas cutáneas y con muchos casos de
cáncer de cuello uterino, es un virus oncogénico.
Por su parte, la lista de
sustancias químicas cancerígenas es extensa, pudiendo afectarnos debido a su
presencia en el medio ambiente o en el ámbito laboral.
Según diversos estudios
de investigación, los factores epigenéticos han demostrado su importancia
capital en el desarrollo futuro de los individuos. Los nueve meses de gestación
y los dos primeros años de vida resultan primordiales.
La predisposición para
padecer enfermedades cardiovasculares o neurodegenerativas podría iniciarse
incluso desde etapas incipientes de la vida intrauterina. De ahí la importancia
de unos conductas maternas lo más sanas posibles, evitando la exposición a
factores ambientales perniciosos como el consumo de alcohol, tabaco y drogas, o
la desnutrición y el estrés.
Con la ayuda de la
modelación epigenética, durante nuestros primeros 1000 días de existencia, las
células pluripotenciales se van transformando en células especializadas. En
este proceso influyen determinadas modificaciones que se producen en nuestro
ADN sin que ocurran modificaciones en su propia secuencia, como señalábamos
anteriormente.
Determinantes epigenéticos se han encontrado en la relación
demostrada entre el bajo peso al nacer y el desarrollo futuro de enfermedades
cardiovasculares. Idéntica relación se ha encontrado entre el peso neonatal
deficiente y los trastornos neurocognitivos en etapas posteriores de la vida.
El tabaquismo materno activo durante la gestación se ha asociado también a un
incremento en el riesgo de padecer este tipo de enfermedades en la etapa
adulta. Por otra parte, estudios con animales de experimentación han demostrado
que dietas restringidas en proteínas o ricas en grasas administradas a las
madres durante la gestación están relacionadas con la aparición de diabetes y
obesidad en sus descendientes.
De manera similar, la presencia de residuos de
pesticidas y metales pesados en la alimentación materna sería un determinante
demostrado para el padecimiento de futuras enfermedades neurodegenerativas en
sus hijos. Tomemos nota pues, porque según la epigenética no solamente somos lo
que comemos, sino que también podremos ser lo que han comido nuestros antecesores.
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