En la cruz de la
moneda, no sin cierto sarcasmo e indudable machismo, la paremiología recoge el dicho
“hombre canoso, hombre hermoso” para ensalzar la supuesta prestancia del
cabello blanco sobre las cabezas masculinas, o aquella otra famosa frase de “echar
una cana al aire”, que nos libera de la paradigmática alegoría de la senectud intentando
fugazmente rejuvenecer, aunque por un instante.
Dejando a un lado estas
consideraciones culturales, recientemente los medios de comunicación se han
hecho eco de diferentes informaciones científicas que asocian las canas con
diferentes patologías. La primera de ellas se refiere al gen IRF4, relacionado
con el color del cabello y la aparición de las canas. Además de su indudable
interés antropológico, los investigadores han descubierto diferentes vínculos
de este gen con los procesos de envejecimiento y enfermedad.
Porque la
decoloración capilar podría estar relacionada con un mayor riesgo de deterioro
cardiovascular, o por lo menos así lo manifiestan un grupo de expertos de la
Universidad de El Cairo (Egipto) dirigidos por el cardiólogo Irini Samuel.
Estas afirmaciones podrían parecer una perogrullada, pues los cabellos canos
son más frecuentes en personas de mayor edad, un grupo de edad donde las
enfermedades cardiovasculares resultan prevalentes y además representan la
primera causa de mortalidad.
Sin embargo, no todas las personas presentan canas
a la misma edad. Podríamos encontrarnos ante un marcador de edades biológicas
(que no cronológicas) más avanzadas. Y es que la aterosclerosis comparte
mecanismos patogénicos con la decoloración capilar, sobre todo respecto a la
reducción de la capacidad de reparación del ADN celular, junto a un incremento
del estrés oxidativo y de la inflamación, en determinados cambios hormonales y en
el deterioro celular asociado al paso del tiempo. Por el momento, estos
hallazgos no pueden generalizarse, puesto que el estudio egipcio se llevó a
cabo exclusivamente con varones; por supuesto, ni quedarse calvo ni teñirse el
cabello mejoraría el riesgo cardiovascular. Ojalá.
Finalmente, y en este caso mediante
investigaciones con ratones, expertos de la Universidad de Alabama (EEUU) han
relacionado los genes que controlan el color del cabello y la alerta
inmunológica desencadenada por infección patógena. Este hallazgo relaciona el
cabello gris con la inmunidad natural mediada por el MIFT, el factor de
transcripción implicado en la regulación de diversas funciones de los
melanocitos, las células productoras de la melanina que colorea nuestra piel y
cabello.
Es hora de recordar al genial Miguel de Cervantes, cuando nos
recomendaba no escribir con las canas, sino con el entendimiento, una habilidad
que mejora con los años. Habitualmente.
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