El
otro día nos aventurábamos, no sin cierto atrevimiento, a
pronosticar cómo serían los hospitales del futuro, más pequeños,
confortables, funcionales y especializados, más cercanos a los
pacientes, con nuevos servicios de apoyo a los asistenciales, y con
la presencia de robots en las diferentes áreas de los mismos, desde
la información y el acompañamientos de los usuarios, hasta los
propios quirófanos y unidades de hospitalización.
Sostiene
Aloysius, cuando nos escucha defender semejantes planteamientos, que todos
esos avances estarán muy bien, pero siempre y cuando no se pierda de
vista la humanización de nuestros centros, pues al fin y al cabo,
deberían destinarse más a la atención de enfermos que a la
resolución de determinadas enfermedades. Precisamente en esta línea
ya nos estamos moviendo en la actualidad. Y para demostrarlo hemos
escogido un proyecto centrado en la mejora de las unidades de
cuidados intensivos, que albergan a los pacientes más críticos,
donde trabajan profesionales de diversas disciplinas.
El enfoque
parte de la confluencia entre los profesionales, los pacientes y sus
cuidadores, familiares en la mayoría de los casos, pero que no
siempre habrá de ser así. Los expertos han establecido 7 líneas
estratégicas para la humanización de los cuidados intensivos. La
primera de ellas hace referencia a las unidades de puertas abiertas,
en las que los familiares puedan estar presentes y participen en los
cuidados. La segunda hacé hincapié en la comunicación, tan
necesaria y a veces incluso ausente en la era de la globalización y
las modernas tecnologías, no sólo entre el equipo encargado de los
cuidados, sino también con el paciente y sus cuidadores. La tercera
línea está centrada en el bienestar del paciente, físico,
psicológico, ambiental, garante del necesario descanso y
promocionando la autonomía del paciente según su grado de
afectación. La cuarta línea estratégica centra su foco en los
profesionales, con la intención de evitar el desgaste inherente a la
toma de decisiones rápidas y con capitales consecuencias sobre la
salud y el bienestar de los enfermos. La quinta línea se ocupa de la
prevención, manejo y seguimiento del conocido como síndrome post
cuidados intensivos (PICS en sus siglas en inglés). Descrito
recientemente, puede afectar a un número significativo de pacientes,
con problemas de salud presentes tras el alta hospitalaria, como
dolor persistente, malnutrición, debilidad, ansiedad, depresión,
pérdida de la memoria, alteraciones del sueño y estrés
postraumático. La sexta línea estratégica se ocupa de los cuidados
al final de la vida, cuestión de de bate continuo, respecto a los
protocolos a seguir, el control de los síntomas físicos, el
acompañamiento en el final de la vida, la cobertura de las
necesidades espirituales y emocionales, la limitación de los
tratamientos de soporte vital, buscando el bienestar y huyendo del
encarnizamiento terapéutico, y todo ello siempre desde un prisma
multidisciplinar que delimite las fronteras y amplíe los horizontes.
Finalmente, la última línea estratégica ha de procurar unas
infraestructuras humanizadas, valorando la privacidad, el confort
ambiental y del área de profesionales, familiares y cuidadores,
procurando, en la medida de lo posible, la distracción y orientación
de los pacientes. Una correcta señalización y accesibilidad a las
unidades de cuidados intensivos facilitará enormemente las cosas,
así como la habilitación de patios, jardines y espacios para la
relajación.
Conseguida esta realidad, y aún pudiéndolo evitar
¿quién no querría estar en una unidad de cuidados intensivos?
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