Las espigadoras. Jean Francois Millet, 1857
Oleo sobre lienzo. Museo de Orsay (París)
"En el siglo XXI la humanidad ha hecho un descubrimiento asombroso: todo cura.
Las piedras, ondas, luces, imanes, cristales, golpes, pasamanos, ácidos, azúcares... todo cura.
Todo menos los fármacos y vacunas que llevamos décadas estudiando y perfeccionando. Esos matan".
Jacobo Mendioroz.
En estos días hemos
sido testigos de un interesante movimiento en las redes sociales protagonizado
por muchos médicos e investigadores enfrentados a las falsas terapias. Con
contundencia, han demostrado su contrariedad ante la proliferación de
charlatanes desaprensivos que ofrecen la curación de cualquier enfermedad
empleando procedimientos y sustancias sin ninguna base científica. No es la
primera vez que llamamos la atención sobre un comportamiento social antagónico
con lo que habitualmente exigimos para nosotros mismos en la vida cotidiana.
Por poner un ejemplo, los vehículos que empleamos para desplazarnos,
automóviles, trenes, barcos o aviones, funcionan gracias a la sinergia de una
cadena de avances técnicos ratificados por la ciencia y la experiencia.
Entonces, ¿por qué sin embargo algunos se empeñan en cuestionar los progresos
sanitarios? ¿Por qué rechazan la medicina basada en la evidencia y depositan su
confianza en las pseudociencias?
En España, la Organización Médico Colegial
(OMC) ha creado un observatorio específico contra las falsas terapias y el
intrusismo profesional. Existe también una Asociación para Proteger al Enfermo
de Terapias Pseudocientíficas (APETP). Muchas facultades de Medicina han dejado
de impartir cursos de Homeopatía, y la presión profesional insiste en que este
tipo de sustancias no se consideren medicamentos. Las pseudoterapias, además de
engañar a los enfermos creándoles falsas expectativas, pueden provocar
intolerables retrasos en el inicio de tratamientos que podrían resultar muy
beneficiosos en diversas patologías. Las pseudoterapias matan: así de
contundentes se manifiestan los expertos.
Los medios de
comunicación tienen una responsabilidad fundamental a la hora de difundir
ciertas informaciones relacionadas con la salud y la enfermedad. Se trata de
defender la veracidad de los hechos frente a las opiniones sin fundamento que
cualquiera puede colgar en las redes sociales. Lo primero resulta muy valioso;
lo demás más bien se relaciona con la libertad de expresión, pero no tanto con
hechos científicos, comprobables y reproducibles. Así los lectores estaremos
más capacitados para separar el trigo de la paja. Con la mirada puesta en los
intereses de los pacientes y de sus familiares, los investigadores médicos
deben cuidar escrupulosamente lo que publican en sus artículos y revistas, para
no crear precisamente falsas esperanzas.
A veces leemos que una sustancia ha
sido capaz de curar el cáncer o el Alzheimer. Pero cuando profundizamos en la
letra pequeña, comprobamos que se trata de un único estudio, realizado con
células in-vitro de determinado tumor o con animales de experimentación, y
cuyos resultados, en caso de poder generalizarse o extrapolarse a los humanos,
podrían tardar décadas en demostrarse. En estas ocasiones, también, intentemos
separar la paja del trigo.
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