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03 octubre 2018

SEPARANDO LA PAJA DEL TRIGO




Las espigadoras. Jean Francois Millet, 1857
Oleo sobre lienzo. Museo de Orsay (París)



"En el siglo XXI la humanidad ha hecho un descubrimiento asombroso: todo cura.

Las piedras, ondas, luces, imanes, cristales, golpes, pasamanos, ácidos, azúcares... todo cura.

Todo menos los fármacos y vacunas que llevamos décadas estudiando y perfeccionando. Esos matan".

Jacobo Mendioroz.

En estos días hemos sido testigos de un interesante movimiento en las redes sociales protagonizado por muchos médicos e investigadores enfrentados a las falsas terapias. Con contundencia, han demostrado su contrariedad ante la proliferación de charlatanes desaprensivos que ofrecen la curación de cualquier enfermedad empleando procedimientos y sustancias sin ninguna base científica. No es la primera vez que llamamos la atención sobre un comportamiento social antagónico con lo que habitualmente exigimos para nosotros mismos en la vida cotidiana. Por poner un ejemplo, los vehículos que empleamos para desplazarnos, automóviles, trenes, barcos o aviones, funcionan gracias a la sinergia de una cadena de avances técnicos ratificados por la ciencia y la experiencia. Entonces, ¿por qué sin embargo algunos se empeñan en cuestionar los progresos sanitarios? ¿Por qué rechazan la medicina basada en la evidencia y depositan su confianza en las pseudociencias? 

En España, la Organización Médico Colegial (OMC) ha creado un observatorio específico contra las falsas terapias y el intrusismo profesional. Existe también una Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP). Muchas facultades de Medicina han dejado de impartir cursos de Homeopatía, y la presión profesional insiste en que este tipo de sustancias no se consideren medicamentos. Las pseudoterapias, además de engañar a los enfermos creándoles falsas expectativas, pueden provocar intolerables retrasos en el inicio de tratamientos que podrían resultar muy beneficiosos en diversas patologías. Las pseudoterapias matan: así de contundentes se manifiestan los expertos.

Los medios de comunicación tienen una responsabilidad fundamental a la hora de difundir ciertas informaciones relacionadas con la salud y la enfermedad. Se trata de defender la veracidad de los hechos frente a las opiniones sin fundamento que cualquiera puede colgar en las redes sociales. Lo primero resulta muy valioso; lo demás más bien se relaciona con la libertad de expresión, pero no tanto con hechos científicos, comprobables y reproducibles. Así los lectores estaremos más capacitados para separar el trigo de la paja. Con la mirada puesta en los intereses de los pacientes y de sus familiares, los investigadores médicos deben cuidar escrupulosamente lo que publican en sus artículos y revistas, para no crear precisamente falsas esperanzas. 

A veces leemos que una sustancia ha sido capaz de curar el cáncer o el Alzheimer. Pero cuando profundizamos en la letra pequeña, comprobamos que se trata de un único estudio, realizado con células in-vitro de determinado tumor o con animales de experimentación, y cuyos resultados, en caso de poder generalizarse o extrapolarse a los humanos, podrían tardar décadas en demostrarse. En estas ocasiones, también, intentemos separar la paja del trigo.

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