A pesar de ya llevar tiempo instalada entre nosotros, conceptos relacionados con la
inteligencia artificial como el aprendizaje de las máquinas se han introducido
de lleno en el debate preelectoral de las municipales en nuestra provincia. Y
eso que el término no es novedoso, pues unos expertos se lo inventaron en 1956,
quizás con la esperanza de que el futuro llegase más rápido que lo que la
realidad ha venido a demostrar.
Estos iluminados fueron John McCarthy, Claude
Shannon y Marvin Minsky, fallecido en 2016, del que el generoso Aloysius tuvo a
bien regalarme un ejemplar de su libro “La máquina de las emociones: sentido
común, inteligencia artificial y el futuro de la mente humana”. Casi nada. Y es
que todas estas cuestiones no solo se ciñen al mundo de los algoritmos científicos.
Tienen también profundas implicaciones éticas, sociales, económicas y legales.
De vez en cuando una palabra se pone de moda. Se repite hasta la saciedad en
los medios de comunicación y las redes sociales. Ahora le ha tocado el turno al
término “algoritmo”, algo tan sencillo como una serie de instrucciones
sencillas destinadas a solventar un problema, pero a la vez complejo de
entender. Cuando a los algoritmos le sumamos su procesamiento por las computadoras,
obtenemos una revolucionaria fórmula que impregna nuestro presente y a buen
seguro decidirá por dónde se encamina nuestro futuro.
Nuestros teléfonos
inteligentes y nuestros ordenadores funcionan mediante algoritmos. También
nuestro coches automáticos y las redes sociales que utilizamos cotidianamente,
como Facebook o Twitter. Si hacemos caso al profesor Ricardo Peña Marí, de la
Facultad de Informática de la Universidad Complutense de Madrid, autor del
libro “De Euclides a Java, la historia de los algoritmos y de los lenguajes de
programación”, el trabajo de los programadores informáticos consiste en
traducir los problemas del mundo a un lenguaje que una máquina pueda entender, en
algoritmos que puedan manejar. De esta manera, un ordenador puede realizar
miles de millones de operaciones matemáticas en un solo segundo.
Una de las
aplicaciones más recientes y curiosas de los algoritmos al campo de la Medicina
permite que la inteligencia artificial sea capaz de detectar la depresión
infantil con una precisión del 80%. Lo han desarrollado Ellen y Ryan McGinnis,
psicóloga clínica e ingeniero biomédico de la Universidad de Vermont (Estados
Unidos). Concretamente, su algoritmo de aprendizaje automático fue capaz de
analizar las características de las grabaciones de audio de unas breves
historias que relataron los niños de su estudio, relacionándolas con sus probable
diagnóstico. Un trabajo muy interesante. Y como colofón, no olvidemos que los
algoritmos también son capaces de pronosticar los resultados electorales. Pues
eso.
1 comentario:
http://quasartechsciencie.blogspot.com/2018/06/intel-prueba-chips-para-computacion.html
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