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09 octubre 2021

BACTERIAS MERCENARIAS


Los mercenarios son tan antiguos como los conflictos bélicos. Existieron griegos contratados por el poderoso imperio persa para combatir a sus compatriotas en Esparta. Para arremeter contra Roma, el ejército cartaginés nutrió sus filas con soldados a sueldo de todo el Mediterráneo, especialmente libios, íberos, galos y también griegos. El mismísimo Cid Campeador luchó indistintamente contra moros y cristianos, según su propia conveniencia. 

En la actualidad, la seguridad en las zonas de conflicto supone un suculento negocio. Allí donde los ejércitos convencionales no pueden o no deben llegar, los soldados de fortuna realizan su oscuro trabajo. 

En nuestro organismo también se libran cada día encarnizadas batallas entre invasores (bacterias, virus, hongos y parásitos) y las defensas de nuestro sistema inmune. Pero las enfermedades infecciosas, lejos de estar controladas, continúan causando demasiadas dificultades a los sistemas sanitarios. 

El uso indiscriminado de antibióticos ha provocado el desarrollo de múltiples resistencias bacterianas. Alrededor del 80% de las infecciones hospitalarias están relacionadas con prótesis y catéteres. Hábilmente, las bacterias han aprendido a desarrollar sistemas protectores como biopelículas resistentes. A su vez, los virus mutan constantemente para asegurarse su supervivencia. 

La innovación tecnológica resulta esencial en el tratamiento de estas patologías. Un equipo de investigadores del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona, en colaboración con la empresa Pulmobiotic, han desarrollado una píldora biológica constituida por bacterias modificadas genéticamente para luchar a favor de nuestro sistema inmune. Estos organismos mercenarios han demostrado ya su efectividad en el 82% de los casos, tanto en catéteres infectados en el laboratorio como en la práctica clínica habitual. 

Mediante ingeniería genética, estos científicos han modificado cepas de Mycoplasma pneumoniae consiguiendo su inocuidad y dotándolas de armas capaces de disolver los escudos defensivos de otros peligrosos patógenos como Staphylococcus aureus, habituales en los implantes protésicos infectados. Una vez han realizado su trabajo, dichas bacterias mercenarias son eliminadas por el organismo. 

Para conseguir sus objetivos, los investigadores escogieron microorganismos con genomas pequeños, más fáciles de manipular. Además, al carecer de paredes celulares, resultaron idóneos para portar enzimas capaces de destruir las defensas biológicas de los agentes nocivos. La edición de genomas bacterianos y la capacidad para modificarlos ampliará seguramente la utilización de estas bacterias en el tratamiento de las complicaciones infecciosas. Mercenarias sí, por supuesto.



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