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06 diciembre 2005

TÉ EN EL SAHARA



En 1983 The Police decidieron separarse como conjunto musical y nos dejaron como legado un último álbum titulado “Synchronicity”, título a su vez tomado del libro homónimo del filósofo suizo Carl Jung. Su tema principal fue el afamado “Every Breath You Take”; una noche de verano de 1983, en el Andy´s Bar de Copenhague, Aloysius estuvo oyéndola una y otra vez en una gramola, quizás sumido en la melancolía por la inmediata desaparición de su grupo favorito.

En líneas generales, la teoría de la sincronicidad de Jung versa sobre el acontecimiento de dos eventos que no están asociados ni causalmente ni teleológicamente, pero que sin embargo tienen una relación significativa. Para entendernos, me cuenta Aloysius la increíble historia protagonizada por el actor canadiense Charles Coghlan, fallecido de forma repentina en la ciudad texana de Galveston en 1899. Sus restos mortales fueron depositados dentro de un pesado ataud enterrado en una tumba excavada en granito. En 1900 un terrible huracán devastó la isla de Galveston anegando completamente su cementerio. La tumba de Coghlan fue una de las más afectadas, llendo a parar su ataud al océano Atlántico donde fue arrastrado hacia el norte por la corriente del Golfo de Méjico. Nueve años después, en octubre de 1908, el féretro desvencijado fue rescatado de las aguas por unos pescadores de la isla canadiense del Príncipe Eduardo. En cadáver de Coghlan había recorrido por el mar unos 5600 km para regresar a su pueblo natal. Hoy yace enterrado en el cementerio de la iglesia local, la misma en la que había sido bautizado.

Retomando el último disco de The Police, yo siempre he preferido otro tema (“Tea in The Sahara”). Me parece mucho más íntimista, especialmente por su letra: trata de un joven que no se presenta a una cita para tomar el té en el desierto, mientras unas afligidas muchachas le esperan con sus tazas llenas de arena. Y no precisamente por sincronicidad trato hoy el estado de la sanidad en los territorios de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD); hace unas semanas comentaba una situación similar en la franja palestina de Gaza.

Me ha llamado poderosamente la atención el papel que allí desempeñan las mujeres en el sostenimiento de un precario sistema sanitario. La situación en la que el Sahara quedó sumido tras la descolonización española fue dramática, pues no permaneció allí ni un solo médico titulado; la sed, el calor, el hambre y las enfermedades infecciosas se convirtieron en los cuatro jinetes del apocalipsis para una población desfavorecida e indefensa. Los actuales campamentos de refugiados están en territorio argelino y se organizan en cuatro grandes provincias o wilayas (El Aaiún, Smara, Auserd y Dajla). Cada una de ellas se divide en seis o siete pueblos o dairas. En cada daira hay un dispensario regido por mujeres miembros de los Comités Populares de Salud, que realizan tareas asistenciales elementales y labores de prevención y orientación sanitaria destinadas especialmente a las madres y a sus hijos. Existen dos hospitales generales para todo el territorio, extremadamente rudimentarios si los comparamos con los occidentales. La mayoría de su material ha sido donado por las Naciones Unidas.

Al igual que en Palestina, los enfermos más graves y los casos más complicados han de ser tratados en el extranjero, generalmente en Argelia y en España. La atención obstétrica y pediátrica resultan fundamentales en un territorio con una tasa de mortalidad infantil de 39 fallecidos por cada 1000 nacidos (año 2000) y donde cada madre suele tener una media de 5 ó 6 hijos.

Mientras llega la Navidad, el conflicto del Sahara sigue sin resolverse. Al igual que en el portal de Belén, una madre y un niño sufren por decisiones políticas de altos vuelos. Me cuenta Aloysius que el último país que ha reconocido a la RASD fue la República de Paraguay, el 9 de febrero del 2000. ¡Qué guay del Paraguay!.


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