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02 diciembre 2005

OMEGA TRES


No hace mucho tiempo, en las consultas del médico de cabecera, todavía podíamos escuchar a pacientes preocupados por si podían comer o no pescado azul. Tanto recelo hizo que incluso el precio de las sardinas se pusiera por las nubes, convirtiendo a este humilde pez azul en un aristócrata de los mares. Omega Tres no es ninguna estación espacial sino el apellido de unos ácidos grasos que han demostrado notorios beneficios en la prevención de las enfermedades cardiovasculares.

En los años noventa, unos investigadores griegos se percataron de la escasísima incidencia de este tipo de enfermedades entre los habitantes de la isla de Creta, ávidos consumidores de pescado en su dieta. Estudiaron el porcentaje de ácidos grasos omega tres en diferentes especies mediterráneas, como por ejemplo la caballa, la merluza, la dorada o el salmonete, concluyendo la indudable bondad de los mismos a la hora de reducir el nivel de triglicéridos y de colesterol “malo” (LDL – colesterol).

Otros curiosos estudios realizados con dos tribus africanas, una vegetariana estricta y la otra esencialmente consumidora de pescado, revelaron que la dieta rica en ácidos omega tres tiene un mayor efecto reductor del LDL – colesterol que la vegetariana. Incluso en la investigación psiquiátrica existen trabajos que demuestran la utilidad de los ácidos grasos poliinsaturados en el tratamiento de la esquizofrenia y en la prevención del suicidio; ¿comería mucho pescado Césare Pavese?.

En las estanterías de nuestros supermercados podemos encontrar una amplia variedad de productos enriquecidos con ácidos omega tres, tales como huevos, leche y derivados lácteos, galletas o bebidas a base de soja. Sin embargo, recientes estudios realizados por asociaciones de consumidores insisten en que la manera más económica y saludable de aportar ácidos grasos “buenos” a nuestra dieta es consumir pescado azul: el balón de oro para el salmón fresco. Llegado aquí recuerdo al tiburón de “Buscando a Nemo” que ante los aterrados pescaditos protagonistas se autoconvencía: “¡son amigos…no son comida!”.

Mientras me debato entre la decisión de hacerme esquimal o budista, he llenado mi nevera con imanes y pegatinas de Flipper, un viejo proverbio chino me sugiere que sólo los peces muertos nadan a favor de la corriente.


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