Early Oligocene - Baltic Amber wingspan about 2 cm
graphic from Karl Von Zittel's Text-Book of Paleontology
Esta es la crónica de un enfermo crónico. Crónica porque relata los acontecimientos por él vividos en orden cronológico. Crónica porque según lo mires bien pudiera ser un artículo periodístico sobre un tema actual. Crónico porque el padecimiento viene de tiempo atrás, pero también crónico por tratarse de una enfermedad de larga duración.
Cronicus es único e irrepetible; le saca el máximo provecho a sus enfermedad. Pero no en el mal sentido de la palabra, pues no obtiene beneficio ni rentabilidad alguna de su padecimiento, sino en el sentido más concreto de bondad: su vivencia es terapéutica ya que alivia su dolor y su ansiedad (y el de los que le rodeamos). Como viene siendo habitual me contradice, porque se autodefine como un Munchausen puro y duro, aunque yo pienso que abandonar de vez en cuando del caudaloso río de la vida para ingresar en una habitación hospitalaria le ayuda mucho a entenderse y a entendernos. Dichosa la vida del que se aleja del mundanal ruido. El pez temporalmente en la pecera.
Cronicus aferra a su existencia y a la del resto del mundo directamente por el gaznate. El día de Santa Cecilia, mientras escucha la oda en su honor de Purcell, se desanima pues en cada cama de su hospital se desarrolla un drama. Para matar el tiempo (curiosa expresión cuando estamos hablando de gente que sufre y muere a nuestro alrededor) relee a Thomas Bernhard. De repente, un existencialismo brutal le retuerce las entrañas: nadie conoce si va a seguir vivo al final del día. Carpe Diem.
Los doctores creen que mejora y abren un rato la portezuela de su jaula dorada. Vuela libre sobre el rompeolas, hechido el pecho doliente al viento que trae lejanos ecos del llanto de un exiliado...Peer Gynt, fundidor de botones. Mientras se aleja una ola con la resaca y llega una nueva espumando la orilla de la playa, alguien deja escrito en la arena: "sólo después que amamamos / la trémula fijeza de la carne / sabemos por fín / toda la penuria que hay / en la salobre vida". Costas de A Coruña, costas de Iraklion, costas montañosas de Chandrexa que guarecen un corazón marino de mil bahías aún cuando esté lejano el océano más cercano.
Cronicus es único e irrepetible; le saca el máximo provecho a sus enfermedad. Pero no en el mal sentido de la palabra, pues no obtiene beneficio ni rentabilidad alguna de su padecimiento, sino en el sentido más concreto de bondad: su vivencia es terapéutica ya que alivia su dolor y su ansiedad (y el de los que le rodeamos). Como viene siendo habitual me contradice, porque se autodefine como un Munchausen puro y duro, aunque yo pienso que abandonar de vez en cuando del caudaloso río de la vida para ingresar en una habitación hospitalaria le ayuda mucho a entenderse y a entendernos. Dichosa la vida del que se aleja del mundanal ruido. El pez temporalmente en la pecera.
Cronicus aferra a su existencia y a la del resto del mundo directamente por el gaznate. El día de Santa Cecilia, mientras escucha la oda en su honor de Purcell, se desanima pues en cada cama de su hospital se desarrolla un drama. Para matar el tiempo (curiosa expresión cuando estamos hablando de gente que sufre y muere a nuestro alrededor) relee a Thomas Bernhard. De repente, un existencialismo brutal le retuerce las entrañas: nadie conoce si va a seguir vivo al final del día. Carpe Diem.
Los doctores creen que mejora y abren un rato la portezuela de su jaula dorada. Vuela libre sobre el rompeolas, hechido el pecho doliente al viento que trae lejanos ecos del llanto de un exiliado...Peer Gynt, fundidor de botones. Mientras se aleja una ola con la resaca y llega una nueva espumando la orilla de la playa, alguien deja escrito en la arena: "sólo después que amamamos / la trémula fijeza de la carne / sabemos por fín / toda la penuria que hay / en la salobre vida". Costas de A Coruña, costas de Iraklion, costas montañosas de Chandrexa que guarecen un corazón marino de mil bahías aún cuando esté lejano el océano más cercano.
La sangre del amor me volvió púrpura
Alegrías no vistas me ensombrecieron
Me oxidé en el viento de los hombres
En alta mar me acecharon
con naves de tres mástiles
Mi pecado era tener yo también un amor.
ODISEAS ELITIS
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