Le debemos el apelativo de galeno al médico griego que comenzó su actividad profesional en la vieja escuela de gladiadores de Pérgamo, y que alrededor del año 164 de nuestra era emigró a Roma, metrópoli de la antigüedad en la que llegó a ser médico de la corte del sabio emperador Marco Aurelio. Y es que en determinadas ocasiones resulta cuanto menos curioso el papel que los médicos desempeñamos en la sociedad. Sabe Dios cuántas espaldas partidas tuvo que atender Galeno remendando gladiadores para establecer la importancia de la columna vertebral en nuestra estructura corporal o cuantos tajos de espada hubo de suturar para interesarse por la disección de diversos sistemas musculares en el hombre y en los animales. Recuerdo que a finales de los años 70 se saturaron las facultades patrias de Medicina como consecuencia de la proyección televisiva de la serie “Centro Médico”, gracias al papel estelar de Chad Everett como el atractivo cirujano Dr. Gannon. Parece ser que para la vocación médica resultó mucho más estimulante la aparición de un guaperas endomingado en las pantallas que las vidas ejemplares de D. Santiago Ramón y Cajal o del Dr. Severo Ochoa, a pesar de que nuestros Premios Nobel de Medicina también tuvieron sus espacios televisivos de ficción interpretados respectivamente por el gran Adolfo Marsillach y por el insípido Imanol Arias. En la época del Dr. Gannon también se emitió “Marcus Welby, doctor en medicina”, si bien para el público femenino resultó menos encantador el personaje encarnado por el ya fallecido actor Robert Young. ¿Y qué opinan nuestras prójimas de galenos tan galanes como Omar Sharif – Dr. Zhivago o Richard Chamberlain – Dr. Kildare?. Pero no siempre la figura altruista del facultativo ha sido bien tratada por los medios de ficción. La siniestra lista negra es profusa, encabezada por el inquietante Dr. Moreau, un histriónico Marlon Brando en la versión de 1996 dirigida por John Frankenheimer, seguido muy de cerca por el malvado Dr. Mabuse de Fritz Lang, encarnación eterna del mal, artista del disfraz capaz de manipular y dominar la psique de sus infelices víctimas, para el cual nunca existió el amor como sentimiento, sino el deseo más violento y animal. Por cierto, Fritz Lang era el favorito para dirigir otra película emblemática de este retorcido género de terror, “El gabinete del Dr. Caligari”, pero al final el encargo fue llevado a término por otro director alemán llamado Robert Wiese. Impagable el personaje del sonámbulo Césare y terribles sus predicciones mortales. Otro galeno asesino fue interpretado por el turbador Vincent Price en la saga protagonizada por el malvado Dr. Phibes, especializado en el homicidio selectivo de sus antiguos colegas por venganza. ¿Y qué decir del reciclado ex - nazi Dr. Strangelove?. Todos ellos se convierten en claros ejemplos negativos contrarios al espíritu bondadoso que impregna nuestro Juramento Hipocrático. Hay quien sostiene por ahí que este juramento debe su nombre mitad y mitad a Hipócrates de Cos, padre de la medicina naturalista, y a lo hipócritas que podemos ser los facultativos cuando nos escondemos detrás de nuestra jerga técnica y de nuestra falta de humanidad para con nuestros prójimos. Como castigo para los deslenguados pienso pedir cita para ellos en las consultas de mis colegas de ficción, empezando por la del Dr. Doolittle, el médico que hablaba con los animales, para continuar con la del Dr. Patch Adams, a ver si le aplica un tratamiento intensivo a base de risoterapia. Espero que no haya lista de espera. |
03 mayo 2006
ILUSTRES GALENOS
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