En su magnífico poema “La voz a ti debida” prometía enamorado Pedro Salinas a su idealizada amada: ¡Si me llamaras, sí; si me llamaras!. Lo dejaría todo, todo lo tiraría. En contraposición a tan elevadas pretensiones, el antipoeta Aloysius termina de descubrir que la voz femenina provoca agotamiento en el cerebro del hombre, y no como fruto de especulaciones varias o de leyendas urbanas, sino basándose en sólidos fundamentos científicos. Y es que parece ser que hartan por igual las voces de la esposa, de la madre, de la suegra, de las hijas, de las queridas, de las primas carnales y lejanas, de las vecinas, de las compañeras de trabajo y de las azafatas que nos explican cómo ponernos correctamente el chaleco salvavidas en un viaje aéreo que nos traslada desde Madrid a Granada, cuando el único verde mar que sobrevolamos lo forman los vastos olivares que manchan Andalucía al sur de Despeñaperros. El profesor Michael Hunter, de la Universidad británica de Sheffield, ha estudiado mediante técnicas de neuroimagen similares a las empleadas en la resonancia nuclear magnética (RNM), cómo los tonos de voz femenina activan en general todas las áreas auditivas cerebrales, mientras que la voz de otro varón sólo estimula ciertas zonas subtalámicas. No se trata pues de un machismo encubierto, sino un fenómeno natural derivado de la mayor complejidad sonora de la voz femenina. Tal hallazgo no deja de ser una curiosa anécdota que nunca debería servir de justificación para aquellos hombres que no prestan la debida atención a las mujeres de su vida. Cuán importante resulta la comunicación en nuestro cotidiano devenir; pero para que ésta se produzca siempre deben existir un emisor y un receptor, mecanismo al que los expertos añaden además el necesario “feed – back” o retroalimentación; en otras palabras, la certeza para el emisor de que su mensaje ha sido correctamente descifrado por el receptor. Permanece Aloysius algo pasmado con todas estas cuestiones. Para contrarrestar su misoginia galopante le regalo otros preciosos versos de Salinas que dicen así: “ceñida en tu silencio/ sí y no, mañana y cuando/ quiebran agudas puntas/ de inútiles saetas/ en tu silencio liso/ sin derrota ni gloria./ ¡Cuidado!, que te mata/ fría, invencible, eterna/ eso, lo que te guarda/ eso, lo que te salva/ el filo del silencio que tú aguzas/. Prestémosle pues la debida atención a las voces femeninas que cada vez se hacen sonar más intensas en nuestros oídos; especialmente a la de las abuelas. Yo hecho mucho en falta la de la mía. De veras. |
03 mayo 2006
LA VOZ FEMENINA
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