Nos pasamos la vida formulando preguntas; unas veces obtienen la respuesta adecuada, pero en la mayoría de las ocasiones no resulta así. Inquisitivas preguntas pertenecientes al estricto ámbito de la convivencia doméstica: ¿cuándo vas a ordenar la habitación?, ¿a qué hora llegaste anoche?, ¿tienes dinero?. Candorosos interrogantes infantiles de inusitada profundidad espiritual: ¿por qué se ha muerto nuestra mascota?, ¿irá también al cielo como el abuelo?, ¿nos estarán observando juntos desde aquella lejana estrella que brilla en el firmamento?, ¿de dónde vienen los niños?. La tan socorrida parte vocacional de la profesión médica radica en la disposición permanente para contestar todo tipo de preguntas. Y si no que se lo pregunten al tándem formado por Mark Leyner y Billy Goldberg, autores del libro que lleva camino de convertirse en best – seller titulado “¿Por qué los hombres tienen pezones?”, en el que un médico de urgencias y un periodista recopilan una serie de cuestiones que los pacientes sólo se atreverían a preguntarle a su médico de cabecera tras haber ingerido al menos un tercer Martini ®. Entre las perlas de este recopilatorio existen algunas tan histriónicas e indiscretas como por qué nos entra hambre al cabo de una hora de comer en un restaurante chino, por qué tenemos apéndice si podemos vivir sin él o la trascendental duda sobre si podremos contraer alguna enfermedad por sentarnos en un váter público. Queda claro que un médico que se precie debe estar siempre dispuesto a contestar las preguntas que cualquier prójimo le formule en cualquier situación y circunstancia, a cualquier hora del día o de la noche, luzca un sol resplandeciente o lluevan chuzos de punta, se trate de un día corriente o de un necesario festivo. A veces resulta harto complicado dar una respuesta adecuada a una pregunta aparentemente simple, pero que detrás de sí esconde terribles dudas vitales para nuestro interpelador. El otro día un compañero leía el informe del alta hospitalaria de un paciente afectado por una grave enfermedad oncológica. Cuando llegaba al final del mismo, el enfermo le preguntó con una enorme y franca mirada: - doctor, ¿cuánto me queda?. Entiéndame usted bien..., es que tengo muchas cosas que arreglar mientras pueda - ... Por supuesto, todo ello sin tener nada que ver con aquella máxima atribuida a Johann W. Goethe en la que reclamaba para sí el beneficio de las convicciones ajenas, pero resguardándose a la vez de las dudas del prójimo, debido precisamente a lo complicado que resulta la resolución de nuestra propia incertidumbre. Sin embargo, en muchas otras ocasiones a los médicos se nos acusa de preguntar poco, como por ejemplo ocurre a la hora de interrogar a nuestros pacientes sobre el problema de la incontinencia urinaria, y que sólo en España afecta más o menos a unos 2 millones de personas. Dicen los expertos que 3 de cada 4 personas que sufren este problema son mujeres y que 4 de cada 10 mujeres refieren habitualmente pequeñas pérdidas de orina. El sentimiento de vergüenza hace que en demasiadas ocasiones este problema permanezca oculto, mientras el médico dispone hoy en día de suficientes herramientas para el adecuado abordaje diagnóstico y terapéutico de la incontinencia urinaria. Preguntemos pues, para que nos cuenten. Por cierto, ¿saben ustedes por qué los hombres tienen pezones?. |
03 mayo 2006
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
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