Imagen: "BUSH COCAINE" de costa cobosta
http://myspacetv.com/index.cfm?fuseaction=vids.individual&videoid=4105151
Hace ya algún tiempo, me interesé mucho por la obra de Antonio Escohotado. Miento. Todavía sigo interesado. Fuera de la pura y dura materia de la Farmacología Clínica, ¿podría realmente alcanzarse una aproximación científica al mundo de las drogas?; en otras palabras, tal y como se maneja este desbocado mundo que cultiva el exceso (botellón, muertes de jóvenes en accidentes de tráfico, sexo sin protección), ¿sería lícito y prudente hacerlo? No teman; no vamos a tratar aquí sesudas cuestiones éticas relacionadas con el tratamiento del dolor, de la ansiedad, de la angustia, de la depresión, del miedo, del pánico, de la agonía. Tampoco deseamos una apología al consumo de sustancias dopantes. Este divertimento pretende atraer su atención sobre cómo se viene tratando ampliamente la adicción a ciertas sustancias farmacológicas dentro de la cultura musical popular. Aquí y ahora se queja amargamente el pragmático Aloysius de que ningún artista ha dedicado tan merecidas alabanzas a otros grupos terapéuticos, como por ejemplo a los antibióticos, que tantas y tantas vidas salvan a diario. ¡Qué le vamos a hacer! Le cuento que Green Day tiene un éxito llamado “Give me Novocaine”, pero a él esto se la trae al pairo.
Iniciamos el repaso situándonos en la época dorada del rock, con “Brown Sugar” (de esta manera se conoce en el argot a la heroína sin refinar) y “Sister Morphine”. Ambas pertenecen al repertorio del disco “Sticky Fingers” (Dedos Pegajosos), de los Rolling Stones. En mi adolescencia, admirábamos al afortunado poseedor de este Lp en su versión de importación, aquel de la famosa portada de Andy Warhol con la cremallera del pantalón vaquero. Sostiene Aloysius que él no tiene todavía muy claro si en el primero de estos temas, Mick Jagger y Keith Richards cantan las excelencias de una hermosa mulata de Nueva Orleans, o más bien trataron de escandalizar a la sociedad de su época con cuestiones sobradamente escabrosas, como su propia adicción a las drogas o el sadomasoquismo. En la segunda canción, los Stones narran la agonía de un adicto a los opiáceos ingresado en un hospital, desesperado en la procura del sueño pacificador de la morfina. Y mira tú por donde, también sería Andy Warhol el autor de la portada de otro disco emblemático (el del iconoclasta plátano amarillo) de la Velvet Underground. Allí nos encontramos con “Heroine”, un tema de Lou Reed convertido en descarnado testimonio al servicio del mejor retratista del lado oscuro del hombre contemporáneo. Sobre él, planea la tupida sombra de la innombrable, la tentación estética autodestructiva, encarnada en el consumo de la droga por antonomasia de los perversos artistas rebeldes, en cierto modo, los herederos del malditismo poético de Baudelaire y Edgar Allan Poe. En su dilatada carrera profesional, en varias otras ocasiones Lou Reed volvería a tratar musicalmente la adicción (su adicción) a la heroína. Muchos heroinómanos mueren por sobredosis. Su edad media se sitúa entre los 22 y los 45 años. Hermosos jóvenes cadáveres. ¿Quién no se acuerda de “Un Caballo llamado Muerte”, de nuestro admirado Miguel Ríos?
Corre por ahí la bola de que la heroína es la droga de los artistas colgados, de aquellos que componen sus obras cautivos del sopor y de la introspección, pero aquí no existen normas. Sírvanos el ejemplo del gigante del jazz John Coltrane, saxofonista adicto a la heroína y compositor de temas demoledores bajo sus efectos, plenos a la vez de vitalidad e ingenio musicales. Inversamente, en el caso de la cocaína, con frecuencia se argumenta el tópico opuesto, la droga de los artistas eufóricos y desbordantemente imaginativos. Siguiendo dentro del jazz, basta con que escuchemos algún disco del malogrado pianista Bill Evans para que podamos darnos cuenta de cuán equivocados estamos. “Cocaine” es uno de los grandes éxitos de Eric Clapton (quien también tuvo serios problemas con el caballo a principios de los años 70). Se trata de una versión del tema original del guitarrista J.J.Cale, donde se ensalzan los efectos desinhibidores de la perica.
España es probablemente el primer consumidor mundial de cocaína, incluso por delante de los Estados Unidos. Las estadísticas dicen que el 2,6% de los españoles tontea con la farlopa, un porcentaje altamente preocupante. En los servicios de urgencias de nuestros hospitales está protocolizada la actuación precisa a la hora de abordar a una persona joven con síntomas compatibles con un infarto cardíaco. Descartar una intoxicación por cocaína es primordial.
Leyendo a Antonio Escohotado, recuerdo que los grandes padres de la medicina antigua, Hipócrates, Galeno y Teofrasto, consideraban a las drogas “espíritus neutros”, ni buenos, ni malos, oportunos o inoportunos según el individuo que las había de consumir. Dicen que también recomendaba Hipócrates dormir sobre algo blando, embriagarse de vez en cuando y entregarse al coito cuando la ocasión fuera propicia. ¿Medicina preventiva?
Iniciamos el repaso situándonos en la época dorada del rock, con “Brown Sugar” (de esta manera se conoce en el argot a la heroína sin refinar) y “Sister Morphine”. Ambas pertenecen al repertorio del disco “Sticky Fingers” (Dedos Pegajosos), de los Rolling Stones. En mi adolescencia, admirábamos al afortunado poseedor de este Lp en su versión de importación, aquel de la famosa portada de Andy Warhol con la cremallera del pantalón vaquero. Sostiene Aloysius que él no tiene todavía muy claro si en el primero de estos temas, Mick Jagger y Keith Richards cantan las excelencias de una hermosa mulata de Nueva Orleans, o más bien trataron de escandalizar a la sociedad de su época con cuestiones sobradamente escabrosas, como su propia adicción a las drogas o el sadomasoquismo. En la segunda canción, los Stones narran la agonía de un adicto a los opiáceos ingresado en un hospital, desesperado en la procura del sueño pacificador de la morfina. Y mira tú por donde, también sería Andy Warhol el autor de la portada de otro disco emblemático (el del iconoclasta plátano amarillo) de la Velvet Underground. Allí nos encontramos con “Heroine”, un tema de Lou Reed convertido en descarnado testimonio al servicio del mejor retratista del lado oscuro del hombre contemporáneo. Sobre él, planea la tupida sombra de la innombrable, la tentación estética autodestructiva, encarnada en el consumo de la droga por antonomasia de los perversos artistas rebeldes, en cierto modo, los herederos del malditismo poético de Baudelaire y Edgar Allan Poe. En su dilatada carrera profesional, en varias otras ocasiones Lou Reed volvería a tratar musicalmente la adicción (su adicción) a la heroína. Muchos heroinómanos mueren por sobredosis. Su edad media se sitúa entre los 22 y los 45 años. Hermosos jóvenes cadáveres. ¿Quién no se acuerda de “Un Caballo llamado Muerte”, de nuestro admirado Miguel Ríos?
Corre por ahí la bola de que la heroína es la droga de los artistas colgados, de aquellos que componen sus obras cautivos del sopor y de la introspección, pero aquí no existen normas. Sírvanos el ejemplo del gigante del jazz John Coltrane, saxofonista adicto a la heroína y compositor de temas demoledores bajo sus efectos, plenos a la vez de vitalidad e ingenio musicales. Inversamente, en el caso de la cocaína, con frecuencia se argumenta el tópico opuesto, la droga de los artistas eufóricos y desbordantemente imaginativos. Siguiendo dentro del jazz, basta con que escuchemos algún disco del malogrado pianista Bill Evans para que podamos darnos cuenta de cuán equivocados estamos. “Cocaine” es uno de los grandes éxitos de Eric Clapton (quien también tuvo serios problemas con el caballo a principios de los años 70). Se trata de una versión del tema original del guitarrista J.J.Cale, donde se ensalzan los efectos desinhibidores de la perica.
España es probablemente el primer consumidor mundial de cocaína, incluso por delante de los Estados Unidos. Las estadísticas dicen que el 2,6% de los españoles tontea con la farlopa, un porcentaje altamente preocupante. En los servicios de urgencias de nuestros hospitales está protocolizada la actuación precisa a la hora de abordar a una persona joven con síntomas compatibles con un infarto cardíaco. Descartar una intoxicación por cocaína es primordial.
Leyendo a Antonio Escohotado, recuerdo que los grandes padres de la medicina antigua, Hipócrates, Galeno y Teofrasto, consideraban a las drogas “espíritus neutros”, ni buenos, ni malos, oportunos o inoportunos según el individuo que las había de consumir. Dicen que también recomendaba Hipócrates dormir sobre algo blando, embriagarse de vez en cuando y entregarse al coito cuando la ocasión fuera propicia. ¿Medicina preventiva?
No hay comentarios:
Publicar un comentario