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20 julio 2007

PEQUEÑOS GRANDES PASOS



La Medicina no se caracteriza por avanzar a grandes saltos, como los canguros o las gacelas de Thomson. La feroz dependencia que tiene de otras tecnologías no se lo permite. Ciencia y Ética son sus bastones, y nadie corre apoyado en muletas. Sin embargo, en los últimos tiempos, estamos asistiendo a una serie de hitos que merecen ser destacados.

Los expertos creen que la diabetes mellitus se convertirá en la plaga del siglo XXI. Existen múltiples datos y extrapolaciones estadísticas que así lo vienen alertando. Muchos enfermos diabéticos han puesto sus esperanzas en la terapia con células madre, que permitirá regenerar sus malogrados páncreas. Mientras tanto, la moderna farmacología ha desarrollado la insulina inhalada, que a buen seguro permitirá un tratamiento más cómodo y menos cruento para los enfermos que necesitan inyectársela a diario (incluso varias veces). Pero también están de suerte los diabéticos cuyo tratamiento no depende de la insulina. Los laboratorios MSD han descubierto la sitagliptina (bautizada comercialmente como Januvia ®), medicación que potencia la capacidad del propio organismo para controlar las cifras de azúcar en sangre cuando están elevadas.



Otro novedoso avance se ha gestado empleando la nanotecnología en la fabricación de medicinas. Hace poco tiempo ha visto la luz un fármaco (que como principio activo – fenofibrato - ya existía anteriormente) destinado al tratamiento de las alteraciones metabólicas del colesterol y de los triglicéridos, y que incorpora en su estructura nanopartículas de tamaño inferior al de los propios glóbulos rojos. Las futuristas aventuras cinematográficas propuestas en “El viaje alucinante” (Richard Fleischer, 1966) y en “El chip prodigioso” (Joe Dante, 1987), cualquier día podrían hacerse realidad en nuestros flujos intravenosos más profundos.



¿Y qué decir del primer corazón artificial implantado en España? Gracias a esta intervención realizada en el Hospital de Bellvitge, una anónima paciente de 43 años, con una insuficiencia cardíaca terminal refractaria a tratamiento, y que tampoco podía ser transplantada, puede ahora vivir con cierta calidad de vida y autonomía.



Por último, haré aquí mención a la llamada Operación Anubis, nombre que parece más propio de una de las aventuras de Tintín, o tal vez el de una complicada misión de espionaje en pleno fragor de la Batalla del Desierto de la 2ª Guerra Mundial (Rommel versus Montgomery). Así se denomina una audaz técnica quirúrgica que permite la extracción de la vesícula biliar por vía transvaginal. La pericia de los cirujanos (en este caso franceses, como los de Napoleón), auxiliados por un endoscopio flexible, posibilitaron esta intervención que disminuye de manera sobresaliente las molestias del postoperatorio para las pacientes. Por ejemplo, el dolor se transforma en mínimo o inexistente. Los caballeros, de momento, deberemos conformarnos con la operación laparoscópica a través de la pared abdominal. Cuando suframos un cólico biliar, podremos retorcernos de dolor y seguir echando las tripas por la boca (en sentido figurado), pero nunca podremos parir una vesícula repleta de cálculos. Ni siquiera con la ayuda de Mandrake el Mago.

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