El pequeño Ros siempre quiso estudiar veterinaria para así poder curar a sus mascotas enfermas. Pasó el tiempo, y el Ros se hizo mayor, estudió veterinaria, y un buen día se percató que aquellos pequeños amigos poco a poco habían ido desapareciendo al padecer una indisposición incurable, que se llamaba vida.
De esta sutil manera, descubrió cómo había malgastado su tiempo y cuán inútil había resultado su aprendizaje; porque ¿cuántas gotas de sangre caben en el corazón de un caballo o en el de un perro?...
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