"Il mio cuore"
Sostiene Aloysius que incluso el
mundo de la salud no puede abstraerse del maniqueísmo imperante en nuestra
sociedad, donde sólo existe lo bueno y lo malo, lo blanco o lo negro, quedando
fuera el término medio y la amplia gama de los grises.
Hasta hace pocos años, a los
pacientes que tenían el colesterol elevado se les desaconsejaba consumir
pescado azul y frutos secos. Más tarde quedó demostrado mediante curiosos
argumentos epidemiológicos que esta teoría estaba errada. Hizo falta estudiar
la dieta de los esquimales o experimentar con la de unas monjas de clausura,
voluntariamente alimentadas durante varios meses a base de aceite de oliva y
jamón de pata negra de calidad extra superior.
El pescado azul, por su riqueza
en ácidos grasos omega 3, tan de moda en la actualidad que incluso son
incorporados a productos lácteos, cereales y galletas, o los frutos secos, especialmente
las nueces por su elevado contenido en antioxidantes, son las estrellas de moda
en el rutilante universo nutricional.
Gracias a los antioxidantes, el otrora
tan denostado café protagoniza un potente alegato patrocinado por el Centro de
Información Café y Salud (www.cicas.es), la Fundación Española de la Nutrición
(FEN) y la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN). Y qué
decir del resveratrol, presente en el vino tinto.
Respecto al colesterol, con
frecuencia escuchamos hablar de un colesterol bueno, transportado en nuestra
sangre unido a las lipoproteínas de alta densidad (HDL-C), con efectos
supuestamente protectores en niveles cardíaco y arterial, y de su antítesis, el
colesterol malo, ligado a proteínas específicas de baja densidad (LDL-C), cuyo incremento
plasmático representa una alerta de riesgo cardiovascular.
Pues, bien, la edición on line de la prestigiosa revista
científica “The Lancet” acaba de publicar los resultados de un trabajo dirigido
por el Dr. Sekar Kathiresan y su equipo del Hospital General de
Massachusetts.
Estos investigadores han
detectado que individuos con una predisposición genética a la hora de presentar
concentraciones elevadas de HDL-C en su sangre no tienen menor riesgo de sufrir
un infarto de miocardio. Este hallazgo pone en entredicho los hallazgos de una
amplia serie de estudios previos de tipo observacional.
Sin embargo, aquellos sujetos
con una predisposición genética para tener concentraciones elevadas de LDL-C en
su plasma sí presentaron un riesgo mayor de sufrir un infarto, como ya se venía
advirtiendo desde hace tiempo.
Como en otras ocasiones, se abre
una puerta para la investigación; de momento, la teoría de la relatividad nos
advierte que no todo lo bueno es tan bueno, aunque respecto al mal parece haber
más consenso. Ya lo advertía Terencio: “cuando un mal se puede evitar es
necedad aceptarlo”.
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