En las noches sin luna,
mi vida es tuya, ama laminar.
Tras el crepúsculo,
antes del alba,
planto mi sombrajo
acechando
vestigios tuyos:
leves deflagraciones,
el milímetro de un sueño,
un sutil resplandor
o una brizna de piedad...
Quizás… algo… Nada.
Hurgo en el cieno helado,
con las garras que no tengo.
Mientras,
mis venas se han rasgado,
arambel del silencio escuálido,
el chillido mudo de una noche sin luna.
Pero no sangro…
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