Retrato de Daniel Lambert (1770 - 1809)
Si apenas hace unos años,
mientras el incorruptible Aloysius y un servidor de usted compartían pupitre en
la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela estudiando la enfermedad
entonces conocida como diabetes, eso sí, fragmentada en diversas asignaturas
médicas y quirúrgicas, el espabilado de turno nos hubiera asegurado que esta
patología podría llegar a curarse mediante cirugía, a buen seguro que nuestras
sonoras carcajadas se hubieran escuchado en el Obradoiro.
Pero el tiempo ha ido
transcurriendo, sosegado e inexorable. Nos encontramos en los albores del siglo
XXI y la medicina nos depara (y nos deparará) ilusionantes sorpresas. Vamos a
centrarnos en un tipo de diabetes, la tipo 2, antes denominada diabetes
no-insulino-dependiente, aunque realmente muchos de estos pacientes necesiten
dosis de dicha medicación para el control de su enfermedad.
Grosso modo, se trata de un trastorno metabólico en el que se
encuentran implicados, en diferente medida, la resistencia celular a la insulina
y la deficiente secreción pancreática de esta hormona. La genética y los antecedentes
familiares, una vida sedentaria, dietas inadecuada, la obesidad (especialmente
el incremento del perímetro abdominal) y la diabetes gestacional previa son
factores de riesgo que influyen en su desarrollo. El 90% de los diabéticos
conocidos padecen este tipo de diabetes.
Hace un cierto tiempo, los
cirujanos especializados en cirugía bariátrica que operaban a enfermos con
obesidad mórbida y diabetes tipo 2, observaron que la reducción de peso y los
cambios anatómicos producidos tras la cirugía en estos pacientes mejoraba el
control de su síndrome metabólico, que en algunas ocasiones incluso llegaba a
remitir por completo.
La prestigiosa The New England Journal of Medicine
acaba de publicar los resultados de dos trabajados diseñados de forma rigurosa
para determinar el papel de la cirugía bariátrica en el tratamiento de la
diabetes tipo 2. Realizados en la Universidad Católica de Roma y en la Clínica
de Cleveland, sus resultados parecen optimistas. Pero, para no crear falsas
expectativas a los enfermos todavía son necesarios más estudios, con series más
largas de pacientes y períodos de seguimiento prolongados. Quedaría por
demostrar el efecto de esta cirugía en enfermos con grados menores de obesidad
así como el tipo de paciente que mayores beneficios obtendría con esta terapia.
La brecha parece abierta. Nos instalamos en la esperanza.
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