El autismo forma parte de un amplio
grupo de desórdenes del desarrollo y comportamiento conocido como Trastornos
del Espectro Autista (TEA). Así viene recogido en el Manual diagnóstico y estadístico
de los trastornos mentales (DSM), de la Asociación Americana de Psiquiatría, y
en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de
Salud (CIE).
Se trata de trastornos generalizados, que pueden cursar con
problemas de socialización, comunicación, afectividad y conducta. Según su
gravedad podemos encontrarnos con formas de autismo de bajo funcionamiento, que
padecen importantes discapacidades en varias de las áreas anteriores, hasta el
llamado Síndrome de Asperger, más leve, donde no existe retraso en la adquisición
del lenguaje y la inteligencia está completamente preservada.
Se habla de espectro porque repercuten
de manera diferente en cada persona, si bien la interacción social puede estar deteriorada
en mayor o menor medida. Su variabilidad es amplia y pueden afectar a 4 de cada
1000 niños. Aparecen antes de los 3 años y no se curan, aunque sus síntomas
pueden mejorar notablemente con el tiempo. La enorme mayoría de los padres
perciben esta problemática en sus hijos antes de los 24 meses.
En nuestra
provincia, desde el 31 de enero de 1999 existe la Asociación Autismo Ourense,
dedicada a prestar apoyo a las personas afectadas por los TEA y a sus
familiares. Personalmente he tenido la oportunidad de conocer de cerca la magnífica labor de D.
Manuel Ojea Rúa, psicólogo, doctor en psicopedagogía y catedrático de Orientación Educativa, y de sus
colaboradores.
Hace muy poco tiempo he tenido
conocimiento de los resultados de un trabajo llevado a cabo en el Instituto
Tecnológico de California (Caltech) en el que se recupera la vieja hipótesis de
la alteración inmunitaria en la génesis de los TEA. Y digo vieja, aunque las
primeras investigaciones de este tipo se remontan a 10 años atrás. Estos
experimentos se realizaron con ratones y sus resultados no pueden extrapolarse
al autismo humano.
En aquella línea, un amplio
estudio epidemiológico evaluó el historial médico personal de todos los nacidos
en Dinamarca entre 1980 y 2005. Estos investigadores alertaron de una posible
correlación entre el mayor riesgo de padecer un TEA en los niños nacidos de
madres que padecieron una infección viral durante el primer trimestre del
embarazo.
En 1998, la prestigiosa revista médica británica The Lancet publicaba un artículo en el que se relacionaba la vacuna
triple vírica (sarampión, rubéola, paperas) con el desarrollo de alteraciones
gastrointestinales y la presencia de síntomas regresivos autistas en 12 niños, que
levantó una tremenda polémica entre las autoridades sanitarias y los grupos
contrarios a la vacunación.
A pesar de la escasa calidad científica del artículo,
sirvió para que muchos padres decidieran no vacunar a sus hijos, poniendo en
peligro la salud individual de los niños y la salud general de la población. Al
demostrarse la manipulación de los datos y de sus conclusiones, en 2010 la
revista se vio obligada a la retirada del artículo en cuestión.
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