Hace relativamente poco tiempo
elucubrábamos desde este misma sección sobre los peligros inherentes a la
proliferación de los medicamentos falsificados. Hoy traemos a colación unas
noticias nuevamente relacionadas con el mundo de la industria farmacéutica.
La primera de ellas hace
referencia al desabastecimiento producido en el suministro de benznidazol, un fármaco
de primera línea empleado en el tratamiento de la enfermedad de Chagas, que
cada año provoca 12500 fallecimientos y afecta a entre 8 y 10 millones de prójimos
en el mundo. La globalización y los movimientos migratorios han ido acercando a
nuestros hogares esta patología antes catalogada como enfermedad tropical,
cuyas víctimas se desperdigaban por países tan alejados de nuestras fronteras
como Brasil o Bolivia, por poner unos ejemplos. Esta medicina, antaño fabricada
por el gigante Roche, pasó a manos de los laboratorios públicos brasileños
Lapefe (Laboratorio Farmacéutico do Estado de Pernambuco).
El principio activo,
la parte del medicamento responsable de su efecto, fue encargado a un único
laboratorio privado, Nortec Química, incapaz de fabricar la cantidad suficiente
para todas las píldoras necesarias en el mundo. Quedamos a la espera que las
administraciones sanitarias nacionales e internacionales solucionen lo antes
posible este grave problema sanitario.
Mientras tanto, a partir de
septiembre deberían estar disponibles en Estados Unidos y en Europa las llamada
píldoras inteligentes, capaces de controlar si un paciente está tomando
correctamente o no su medicación. El mecanismo de acción, recientemente avalado
por la todopoderosa FDA norteamericana, encargada de darle el visto bueno a
cualquier producto farmacéutico que pretenda venderse al público, se basa en la
detección de una corriente eléctrica originada por la reacción del cobre y el
magnesio presente en las píldoras con el ácido clorhídrico del estómago del
paciente. Dicha corriente eléctrica podrá detectarse mediante unos sensores
externos especiales.
Los expertos consideran
especialmente útiles estas medicinas para optimizar el tratamiento de
enfermedades como la tuberculosis, la diabetes y otras patologías de tipo crónico,
cuyo éxito depende del cumplimiento terapéutico por parte de los pacientes. En
2010, la Universidad de Florida fue precursora en este tipo de tratamientos,
con el diseño de una píldora que portaba un microchip y cuyas señales podían
detectarse por medios informáticos.
Sostiene Aloysius que cuando
comenzó a emplearse la primera cápsula con cámara incorporada para realizar
endoscopias digestivas, él pensó que ya había visto de todo. Está claro que no,
que vendrán todavía avances espectaculares en el campo de la farmacología. De
todas las maneras, resulta paradójico que la misma sociedad capaz de diseñar
mejoras tecnológicas tan avanzadas sea también incapaz de garantizar el
suministro de fármacos para el tratamiento de algunas enfermedades infecciosas.
Tal vez detrás de estas maniobras se esconda una vez más el poderoso caballero
llamado Don Dinero.
Viaje al "pasado": la iPill de Philips...
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