Sostiene Aloysius que Hipócrates
fue el primer médico combativo contra la superchería. Practicaba una medicina
en cierto modo pasiva, valorando especialmente el poder curativo de la
naturaleza. Por eso, si viviera en la actualidad, defendería la máxima de que
los pacientes se curan a pesar de los médicos. El valor de su doctrina se
centraba más en el cuidado del paciente y en su pronóstico que en el diagnóstico
de la propia enfermedad, teoría defendida por la otra gran escuela médica griega
clásica, la de Cnido.
A Hipócrates se atribuye la
recomendación primum non nocere, lo
primero es no hacer daño. Y si había que hacerlo, entonces el médico mejor se
cruzaba de brazos y se quedaba quietecito...
El Dr. Rafael Bravo, médico de
atención primaria que trabaja en Getafe, ha elegido la famosa locución para
titular su blog. Muchos médicos escriben en la red, algunos lo hacen
francamente bien, como divertimento y como divulgación. Visito con frecuencia
su excepcional bitácora. El otro día reflexionaba sobre un hecho aparentemente
trivial: el color y la forma de los medicamentos influye en el cumplimiento
terapéutico, una circunstancia con la que los médicos de familia toreamos cada
día, varias veces, en las consultas. Algunos pacientes, cuando son interrogados
sobre el tratamiento que siguen, suelen contestar que toman unas píldoras blancas,
pequeñitas y redondas, que les van estupendamente, o que le sientan fatal en el
estómago, según cuál sea su experiencia. En otras ocasiones, cuando no
recuerdan el nombre de un medicamento, describen con todo lujo de detalles las
características de la caja. Y unos comprimidos alcanzaron la fama entre los
pacientes varones por su particular color azul y su forma ligeramente
romboidal.
Retornando al blog del Dr.
Bravo, allí se hace eco de un artículo publicado en la prestigiosa Annals of Internal Medicine sobre el incumplimiento
del tratamiento antiepiléptico por parte de pacientes a los que se les cambió
el color y la forma habituales de sus pastillas. Una lectura crítica del mismo
nos indica que determinadas medidas tomadas por las autoridades sanitarias
respecto a los medicamentos genéricos, más baratos y con el mismo principio
activo que ciertas marcas comerciales, pudieran volverse en su contra, pues
ante el buscado ahorro farmacéutico, y sin duda alguna constatado y verificado, se contrapone
el indeseado incumplimiento terapéutico. ¿Qué hacer entonces? Los hipocráticos
parecían tenerlo mucho más claro.
A finales del 2010, la revista International Journal of Biotechnology
publicó un estudio realizado en la Universidad de Bombay revelando que el color
de los medicamentos, per se, influye
en el efecto percibido por los pacientes. Los preferidos fueron el rojo y el
rosa, éste asociado además al sabor dulce, mientras que el color amarillo era
rechazado por evocar sabores salados o amargos. Cuando alguien dice que una
medicina le ha ido bien o mal, pienso en quién, cómo y dónde se la recetaron, en
la confianza que tenía en el que se la recetó, en el dichoso efecto placebo, y
ahora, además, en la forma y el color de las dichosas pastillas… Y, por
supuesto, en el precio de las mismas. Al fin y al cabo, también son el color del dinero.
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