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28 enero 2013

LA BIOQUÍMICA DEL AMOR



Tengo que comenzar pidiendo perdón dos veces. La primera, a los poetas, a los músicos, a los artistas, por atreverme a tratar al más puro de los sentimientos desde el aséptico punto de vista científico. La segunda, porque estas reflexiones no son en absoluto originales. Han sido inspiradas por “O par perfecto”, un artículo original firmado por Alexandre Versignassi y Nina Weingrill, y que el quimérico Aloysius me ha hecho llegar en su edición portuguesa.

Empecemos por el final. En toda relación amorosa, existen tres fases. Y si no me creen, pregúntele a Romeo y Julieta, o a Eloísa y Abelardo, los amantes medievales que descansan en el cementerio del Père-Lachaise de París. La primera consiste en la atracción, y la hormona fundamental en todo este proceso es la testosterona, más abundante en los varones, pero también presente en las féminas. De manera muy general, digamos que esta hormona sería la encargada de prender la mecha en una relación. Pero el tema no resulta tan sencillo. En las relaciones heterosexuales, resulta que el olor de un hombre es el rasgo más interesante para que una mujer se interese por él. Y no nos estamos refiriendo al camuflaje con perfumes, colonias o desodorantes, sino a la propia esencia del individuo, la expresión externa de los genes que conforman su sistema inmunitario. Esto lo asegura la Dra. Rachel Herz, investigadora de la Universidad de Brown (Providence – Rhode Island – EEUU). Al final del primer partido, el olfato vence a la vista.

En la segunda fase reina la pasión. El trono pasa a ser ocupado por la dopamina, mágica sustancia capaz de funcionar como hormona y neurotransmisor, presente incluso en los animales invertebrados. Posee efecto euforizante y además es capaz de concentrar toda nuestra atención en la persona amada. Sus principales efectos secundarios son la taquicardia, el insomnio y la pérdida de apetito. Cuanta más dopamina, más amor pasional, y en teoría, según el receptor celular que ocupe esta catecolamina, mejor priorización de nuestros deseos y mayor acierto en la toma de decisiones. Cuando el amor se acaba, seguramente ella tiene mucho que ver. No eres tú, querida, ni soy yo. Es la dopamina...

La tercera fase es la del compromiso. La oxitocina pasa a ser la hormona dominante en el sexo femenino y la vasopresina en el masculino. Como dicen los autores en el artículo original, “ambas son las responsables de la transformación de la turbación de éxtasis en un mar calmo de satisfacción”.

Versignassi y Weingrill concluyen que la reproducción sexual existe por un motivo, que no es precisamente proporcionar placer. Éste sería la droga con la que el cuerpo nos recompensa por el trabajo de combinar nuestros genes con los de otras personas, acto que si finaliza con éxito, engendra un nuevo ser, un hijo. Los autores se olvidaron, quizás intencionadamente, de todo lo que representa la sexualidad, la afectividad y el amor, que a buen seguro, también poseen su propia Bioquímica.


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