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04 marzo 2013

DORMIR O NO: ESE ES EL DILEMA




Decía Obelix: están locos estos romanos. Hoy Aloysius parafrasea al orondo galo y afirma: son paradójicos estos humanos. La historia del pensamiento es la historia de la contradicción, repleta está de tesis y antitesis, de no por mucho madrugar amanece más temprano y de a quién madruga Dios le ayuda, de estudios que demuestran que dormir la siesta es pernicioso para la salud y de otros que parecen demostrar todo lo contrario.

Sea como fuere, los trastornos del estado del sueño constituyen una patología frecuente en las consultas de atención primaria. El insomnio puede afectar a un 20% de nuestros prójimos, aunque las cifras son muy variables de unos estudios a otros. En lo que sí coinciden es que afecta más a las mujeres que a los hombres. Cuando aparece desde la infancia o en la adolescencia, suele representar un problema para la salud familiar en general, aunque en algunas de estas ocasiones tengamos que movernos en la delgada línea roja que separa lo normal de lo patológico.

Una de las causas que provoca más alteraciones en la cantidad y calidad del sueño es el trabajo a turnos y el trabajo nocturno. Estas circunstancias obligan al individuo en cuestión a un proceso de adaptación nada sencillo; por un lado, deberá habituar su organismo a un sistema distante de la ortodoxia de los ritmos circadianos, nuestro reloj biológico, directamente relacionados con diferentes hormonas (tiroideas, suprarrenales, estradiol, las que controlan los ciclos ovárico y menstrual, la renina…) Por otro lado, estos trabajadores deberán aclimatarse también a entornos hostiles, intentando dormir por ejemplo durante el día, cuando el ruido ambiental o la luminosidad se convierten en dificultades adicionales a la hora de conciliar un sueño reparador.

Por si todo esto no fuera lo suficientemente pernicioso, la revista Science Translational Medicine ha publicado recientemente un estudio dirigido por de O.M. Buxton, de la Universidad de Harvard (EEUU), donde el trabajo nocturno está relacionado con un mayor riesgo de padecer diabetes y obesidad. La alteración de los ciclos de sueño-vigilia afectaba directamente a las células pancreáticas encargadas de secretar insulina. De la misma manera, la reducción metabólica basal provocaba que estos individuos pudieran adquirir anualmente unos 5 kilogramos de más. Pero lo más llamativo de este estudio fue que si las condiciones adversas para el sueño revertían a la normalidad, en apenas nueve días los trastornos del metabolismo se normalizaban. Indudablemente, el descanso mejora nuestra calidad de vida. El Dr. Erol Fikring, epidemiólogo de la Universidad de Yale, demostró en un trabajo publicado en Inmunity que el éxito de nuestro sistema inmune a la hora de combatir una enfermedad depende de un ritmo circadiano de 24 horas.

Pues ya lo saben. Intenten dormir y descansar bien. Su salud va en ello. Y no sólo eso. Un grupo de científicos de la Universidad de Berkeley (EEUU) ha demostrado que dormir poco y mal nos hace más egoístas y ariscos. Ya lo decía Calderón de la Barca, la vida es sueño. Nosotros le damos la vuelta a la tortilla y afirmamos que el sueño es vida.






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